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El creciente fenómeno de la autopublicación

Zhang-Wei es un autor de origen chino de 34 años que escribe literatura fantástica bajo el seudónimo de Tangjiasanshao. Publica sus obras en forma directa (sin mediar un editor) y solo en formato digital a través de un sitio de literatura que se denomina www.qidian.com. Su última novela, Douloudau, es un relato de ficción sumamente extenso que cuenta ya con más de 20 millones de palabras escritas. ¿Por qué debería llamarnos la atención este autor y su obra? Porque actualmente es uno de los autores más exitosos y reconocidos en China, reportando ingresos anuales por más de 16 millones de euros en ventas de sus escritos, y ya tiene un acuerdo para que Douloudau sea adaptada por Hollywood en cuatro películas a partir del año próximo. En el otro extremo del planeta, Cristian Perfumo es un autor argentino que ganó hace muy pocas semanas el IV Premio Literario Anual de Amazon para autores independientes por su obra El coleccionista de flechas. Perfumo es un autor que desde sus comienzos optó por la autopublicación. En 2014 por ejemplo publicó su segundo libro, Dónde enterré a Fabiana Orquera, que en 2015 se convirtió en la séptima novela más vendida en Amazon España y la décima en México. Para ganar este premio, su obra compitió frente a otras 1800, y por haberlo ganado, Amazon le otorgó USD 5.000, la traducción de la obra al inglés y el acompañamiento de la empresa con acciones de marketing y difusión.

Estos dos ejemplos, entre muchos otros que podríamos señalar, de alguna forma son indicadores de lo que está ocurriendo en el ecosistema editorial actual con la autopublicación. Es cierto que la autopublicación existe hace muchísimos años, incluso antes del surgimiento de Internet; hasta podemos encontrarla en los orígenes mismos de la industria editorial. Pero ¿qué la hace tan especial hoy en día? En sus inicios, la autopublicación estaba restringida a los autores que podían asumir el costo económico total de imprimir y publicar una obra. Es el ejemplo de Marcel Proust, prestigioso novelista y ensayista francés, que se arriesgó en 1913 a publicar su primera obra, Por el camino de Swann, pagando de su propio bolsillo la edición, luego de que fuera rechazado por varias editoriales. Pero no solo había que tener una enorme capacidad económica, sino que las posibilidades de que una obra autopublicada se convirtiera en un best seller eran a su vez excepcionales. La diferencia es entonces que hoy cualquier persona tiene la posibilidad de publicar un libro en formato digital, e incluso impreso bajo el sistema de impresión digital por demanda, y distribuirlo a todo el mundo, sin (aparentemente) otro costo que el de la escritura misma del contenido. Y no solo eso, sino también soñar con obtener un rédito económico de esta labor, en ocasiones más significativo que el que podría percibir publicando su obra con un editor. Muestra de esto es que, en promedio, 40 de los 100 libros más vendidos cada semana en Amazon (la principal empresa que apuesta por la autopublicación en el mundo) corresponden a obras autopublicadas.

Estamos entonces ante la que podemos definir como la era de oro de los autores. Una era en la que al menos ya no son imprescindibles todos los eslabones de la cadena editorial para que una obra pueda ser publicada. Es decir, las nuevas tecnologías lo que han hecho es simplificar y amplificar enormemente las posibilidades que tiene un autor de publicar sus textos bajo el supuesto de varias promesas: obtener mayores márgenes de ingresos que los que un editor le puede ofrecer (en ocasiones, puede recibir hasta el 100% del precio de venta de un contenido), una mayor autonomía sobre cuándo, cómo y dónde se publica su obra (y no depender de ningún plan o decisión editorial), y un mayor control sobre lo que le sucede a su obra (dónde y cuándo se lee, por ejemplo). En el otro extremo, la industria editorial en general ve a estas promesas como espejos de colores que no suelen tener un real impacto, y generalmente los editores desestiman a la autopublicación, llegando a considerarla en ocasiones un fenómeno ajeno al sector, y desprestigiándola por publicar obras de una supuesta menor “calidad” de contenido.

Una de las primeras consecuencias que emergen de estas nuevas posibilidades es la sobreabundancia de contenidos que genera la elevada cantidad de títulos que se publican día a día. Para muestra, un dato contundente: entre el 2011 y el 2016 se publicaron más de 800.000 libros bajo la modalidad de autopublicación en los Estados Unidos (según lo releva Bowker, la agencia que registra el ISBN en los Estados Unidos, en su último reporte http://media.bowker.com/documents/bowker-selfpublishing-report2016.pdf), lo que señala un crecimiento exponencial del 218% durante ese periodo . Y tengamos en cuenta que en 2006, cuando se presentó por primera vez el Kindle, solo había registradas unas 80.000 obras bajo esta modalidad. En América Latina ocurre un fenómeno similar. Entre los años 2006 y 2016, se registraron 88.819 libros bajo el signo de autopublicación, marcando un 351% de incremento durante ese periodo (con base en la información generada por las propias agencias de cada país).

A estos números, que ya reflejan un importante crecimiento de por sí, debemos sumarle que una gran parte de los libros autopublicados que se distribuyen en la actualidad no poseen ISBN, ya que las propias plataformas han flexibilizado este requisito para publicar un contenido. En Amazon, por ejemplo, el 43% de los libros digitales que se vendieron durante el 2016 no tenían ISBN.

Esta sobreabundancia de contenidos que ha generado la autopublicación en los últimos diez años (aunque no es consecuencia única de este fenómeno) tiene al menos dos efectos concretos en la industria editorial. Uno es la invisibilidad de los contenidos. Cien libros autopublicados no hacen efecto. Mil tampoco. Pero decenas de miles en todo el mundo sí generan como resultado que la visibilidad de los contenidos se convierta en una problemática y un desafío mayúsculo para la estrategia de comercialización de pequeñas y grandes editoriales. El segundo efecto que genera es una enorme deflación en los precios. A mayor cantidad de contenidos que se ofrecen, los precios necesariamente descienden. Y quienes están más dispuestos a bajar estos precios son los autores en forma directa (en promedio, un libro autopublicado tiene un precio de entre USD 0,99 y USD 3,99, al menos un 50% inferior al de los títulos de editoriales tradicionales), lo que presiona de algún modo a toda la industria a reducir sus precios para poder competir con esta oferta de contenidos, lo que no siempre es posible (ni deseable).

Muchos analistas consideran que la autopublicación representa una seria amenaza para la industria, tal y como lo conocemos, e implicará cambios y modificaciones mucho más fuertes de las que estamos viendo. Pero hasta el momento, al menos, lo que ha ocasionado en primer término es que emerjan nuevas empresas y profesionales de la industria que hoy están destinados a este creciente fenómeno. Nuevos emprendimientos disruptivos como Wattpad, nuevas empresas con servicios editoriales para el autor, y empresas tradicionales del propio sector (como el Grupo Planeta o Casa del Libro) que también ofrecen servicios, invirtiendo los roles y convirtiendo al autor en un nuevo cliente del sector editorial. Por lo tanto, en primer término la autopublicación no debe ser vista tanto como una amenaza al sector, sino como un fenómeno que supone nuevos desafíos en un mercado que se presenta como más competitivo en la oferta de contenidos.

Es en este contexto que resulta imprescindible estudiar y comprender al fenómeno creciente de la autopublicación y su efecto en la economía de las conocidas como industrias creativas. ¿Cuáles son las características que posee y cómo ha sido su evolución en los últimos años? ¿En qué se modifica o se ve afectada realmente la industria? ¿Cuáles son las nuevas empresas que surgen en este contexto y qué servicios ofrecen a los autores? ¿Qué alternativas finalmente tiene un autor al momento de publicar una obra? ¿Cuáles son los desafíos que enfrentan los editores y el resto de los actores de la cadena? ¿Cuál es la calidad de una obra autopublicada? ¿Cómo es la nueva industria de servicios que se desarrolla en torno a los autores? Y finalmente, ¿cuáles son las amenazas y preocupaciones que debe despertar a la industria este fenómeno? Estas son algunas de las preguntas sobre las que el Cerlalc quiere ofrecer luces mediante el desarrollo de una investigación dedicada al panorama de la autopublicación en Latinoamérica.