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El crecimiento orgánico de la edición digital en el mundo en desarrollo

Autor
Coordinación Comunicaciones
Fecha
5 noviembre, 2016

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Por Octavio Kulesz

Este artículo fue publicado como anticipo de la conferencia “Publishers Launch Frankfurt 2013”, en la revista Publishing Perspectives (septiembre de 2013).

Comencé a estudiar la edición digital en los países en desarrollo hacia fines de 2009, cuando con Ramy Habeeb (Egipto) y Arthur Attwell (Sudáfrica) conformamos el Digital Minds Network. En aquella época, como editores digitales del Sur global, sentíamos que los sistemas implementados en EEUU y Europa no daban una respuesta plena a nuestras necesidades. Allí comenzamos un intercambio de datos de modo informal, hasta que la Alianza Internacional de Editores Independientes y la Fundación Prince Claus de Holanda me confiaron la realización de un análisis pormenorizado del fenómeno digital en América Latina, África, mundo árabe, Rusia, India y China. Luego de esta investigación (2011), he continuado preparando artículos e informes sobre mercados puntuales, que se publican periódicamente en el sitio web del Laboratorio Digital de la Alianza (www.alliance-lab.org).

Resulta complejo ofrecer cifras de penetración de e-books en el Sur global, por varios motivos. En primer lugar, las estadísticas nacionales tienden a ser inestables, algo que se ve claro a la hora de establecer un catálogo de la oferta bibliográfica para el mundo árabe, por ejemplo. Pero existe una segunda razón: la cuestión del porcentaje de penetración del e-book respecto del sector editorial como un todo puede tener relevancia para regiones como EEUU y Europa, pero no tanto para mercados en desarrollo.

En efecto, cuando irrumpió la tecnología digital, Occidente ya contaba con una industria de Gutenberg bien integrada, y el e-book tendió a ser considerado como una prolongación o migración del libro papel: así, hubo “books” y luego “e-books”, “distribución” y después “e-distribución”, etc. Es coherente entonces que el experimento pionero de Michael Hart se denominara “proyecto Gutenberg” y que Amazon, el líder actual en ventas digitales de Occidente, comenzara sus actividades como librería online. En España, por pensar en un caso europeo, Libranda surgió de la unión de fuerzas de las principales editoriales del mundo papel.

Ahora bien, en mercados emergentes, lo electrónico no siempre aparece como una segunda etapa, sino como un salto directo, sin pasado analógico. De esta forma, numerosos portales de publicaciones electrónicas de Oriente no provienen del libro físico, sino por ejemplo de los videojuegos – tal como ocurre con Shanda/Cloudary. En África, se llega al punto de que los libros físicos son concebidos como e-books impresos (como lo hace Paperight), lo que invierte la secuencia típica occidental (1=libros, 2=e-books). Se trata de ecosistemas cuyos paisajes y criaturas pueden resultar bastante diferentes a las que estamos acostumbrados.

Por eso, cuando nos referimos a los países emergentes, en vez de “e-books” a secas, tal vez convendría hablar de “edición digital”: m-books (libros para celulares), plataformas online, POD y contenidos educativos digitales – además de e-books, por supuesto. Si sólo buscamos e-books, captaremos muy poco movimiento y correremos el riesgo de perder de vista lo importante. Porque sí están sucediendo fenómenos de envergadura, que deben medirse cuantitativamente (cifras de facturación, cantidad de publicaciones) y también cualitativamente (impacto social, tendencias de fondo).

Es interesante ver que los mercados emergentes incorporan modelos internacionales, a la vez que imponen su propia impronta local, que hay que descifrar en cada caso. Por cierto, la variedad es inmensa.

En América Latina, algunas grandes capitales con fuerte tradición editorial (San Pablo, Buenos Aires) tienden a seguir el esquema book/e-book típico del Norte, pero existen otros fenómenos interesantes, tales como la proliferación de la literatura en línea (todavía sin un modelo de negocio sólido) o los proyectos de infraestructura y contenidos digitales del sector público. Brasil lleva la delantera en el terreno tecnológico, aunque para el resto de los países de América Latina, el hecho de compartir una misma lengua (el español) significa una ventaja a la hora de pensar iniciativas electrónicas.

En India, la reducción de la brecha digital es también una política de Estado. Tal vez debido a la profusión de lenguas (y por lo tanto de tipografías) que caracteriza al país, el sector público ha optado por una tableta (en lugar de laptops con teclado analógico). Así nació el Aakash, uno de los proyectos tecnológicos más ambiciosos de la historia humana. Entregar 220 millones de tabletas a estudiantes resultará una tarea cargada de desafíos, pero de prosperar la iniciativa, de aquí a 4 o 5 años la edición en la India será muy diferente de lo que ha sido: ya existen numerosas entidades preparando contenidos para este dispositivo.

En el otro extremo del mundo, la literatura online china da muestras de una vitalidad extraordinaria, con portales como Qidian, Hongxiu (todos bajo la égida de Shanda Literature). Los casi 2 millones de autores, 6 millones de títulos en venta y decenas de millones de lectores activos de Shanda Literature son otro indicador de que en China la lectura y escritura digitales se han masificado y se convierten en un negocio. Claro que aún está por verse la sostenibilidad de largo plazo de estos modelos pioneros. China es definitivamente el polo más dinámico de la edición digital. El país presenta plataformas poderosas, un volumen de contenidos descomunal y una masa de clientes sin parangón: por sólo mencionar un dato reciente, existen hoy en China tantos usuarios de Internet 3G como habitantes en EEUU.

Desde hace años es bastante evidente que los grandes jugadores occidentales (Amazon, Apple, Google, entre otros) encuentran ciertas dificultades a la hora de hacer pie en estas regiones. Por sólo ofrecer algunos ejemplos: en China, Amazon apenas domina el 1 o 2% del e-commerce doméstico; en Rusia, el líder en búsquedas online no es Google sino Yandex (62% del mercado); en África subsahariana, la presencia de Apple es completamente marginal.

La situación siempre puede cambiar, pero al presente la estrategia más razonable para los editores interesados en ingresar en estos mercados sería: 1) tratar de comprender la lógica digital del país (principales actores privados y públicos, dispositivos, medios de pago, impuestos, tradiciones comerciales y culturales); 2) aliarse con jugadores locales. Para ponerlo de un modo simple: creo que hoy en día un editor extranjero tiene más posibilidades de vender un e-book en Argentina a través de Bajalibros que a través de las tiendas internacionales.

En general, muchos países en desarrollo presentan contextos económicos movedizos, con monedas que fluctúan, inflación, regulaciones inesperadas y otros retos a los cuales los editores estadounidenses y europeos no están habituados. Incluso países que hoy parecen estables desde el punto de vista macroeconómico pueden dejar de serlo de la noche a la mañana, como tantas veces ha ocurrido en Latinoamérica, por ejemplo. Subestimar estos desafíos puede resultar letal.

Sin embargo, una estrategia bien calibrada puede abrir las puertas a mercados digitales de envergadura, tales como el sector educativo de la India y de Brasil. Las oportunidades en este terreno son gigantescas.

Hay otro tema que viene capturando mi atención desde hace un tiempo. Las lógicas propias de la edición en el mundo en desarrollo pueden ser fecundas no sólo para proyectos implementados en dichas regiones, sino también para iniciativas llevadas adelante en Europa y EEUU. En efecto, en Occidente las comunidades multiculturales provenientes del Sur global son muy numerosas, y algo me dice que si los editores pudiéramos tener en cuenta la “gramática digital” que rige el país de origen, tal vez podríamos llegar a este público de un modo más eficaz.