menu

¿También el lenguaje se viste de rosa o azul en los primeros años de vida?

Autor
Lorena Panche
Data
7 março, 2017

Ante la persistencia de la brecha educativa entre niños y niñas, y frente a las desigualdades que, en varios países, aún se registran entre hombres y mujeres en términos de remuneración salarial y de distribución de los roles y tareas en el ámbito familiar, resulta cuanto menos llamativa la existencia de un aspecto en que la balanza se inclina a favor de ellas: durante la edad preescolar y en básica primaria, las niñas tienen un mejor desempeño en el área del lenguaje que los niños.

Varios investigadores alrededor del mundo han hallado que, en promedio, las niñas aventajan a los niños en el desarrollo de habilidades comunicativas y de lectura. Esta brecha también se ha evidenciado en las últimas versiones de las pruebas PISA, en las que las niñas del ciclo básico de educación han obtenido resultados más elevados en el área del lenguaje que los niños. Diversos estudios llevados a cabo en Inglaterra, Estados Unidos y Latinoamérica muestran que esta disparidad entre niños y niñas no discrimina a ningún grupo socioeconómico, ya que se presenta incluso entre los menores provenientes de los hogares en condiciones económicas más favorables y que les proporcionan ambientes estimulantes para el aprendizaje.

En una investigación realizada en Inglaterra por Save the Children y la Universidad de Bristol, y que se enfocó en la población preescolar, se encontró que una mayor proporción de niños que de niñas de 5 años presenta dificultades relacionadas con las habilidades del lenguaje: en 2015, el 25 % de los niños que formaron parte del estudio presentaba retrasos en el desarrollo lingüístico, mientras que solo el 14 % de las pequeñas se encontraba en esta misma situación. Esta diferencia significativa viene registrándose en ese país, según los investigadores, desde 2006, y ha afectado desde entonces a más de 1 millón de niños ingleses. El título del reporte con los resultados de este estudio, The Lost Boys, da buena cuenta de los alarmantes alcances del asunto.

Alarmantes, por cuanto los retrasos en el desarrollo del lenguaje en los primeros años de vida tienen consecuencias deletéreas que pueden manifestarse durante toda la vida. En primer lugar, porque inciden directamente en la capacidad para comunicarse de forma efectiva con los otros y establecer vínculos con ellos. Además, las dificultades en la comunicación y la comprensión llevan con frecuencia a problemas de atención y concentración, lo que, a su vez, disminuye el interés de los pequeños por el aprendizaje y se convierte, a la larga, en un obstáculo para su adaptación exitosa a la escuela. En el mediano plazo, este rezago resulta determinante en el desempeño escolar durante la primaria, en todas las áreas. Los problemas en el desarrollo lingüístico no solo privan a los niños de las múltiples posibilidades expresivas, imaginativas y lúdicas del lenguaje y de la literatura, sino que hacen de su relación con los libros, la lectura y la escritura una experiencia angustiante, marcada por la frustración o, en el mejor de los casos, carente de todo atractivo.

Se entiende, entonces, que exista preocupación sobre esta situación de riesgo en la que está cerca de la mitad de la población infantil (los niños varones) antes de entrar al primer ciclo educativo. Además, porque se ha encontrado, también en Inglaterra, que las niñas que presentan retrasos en el desarrollo del lenguaje durante la etapa preescolar superan esta desventaja más rápidamente que sus pares masculinos a lo largo de la primaria, lo que se explica, entre otros factores, por un mayor interés en las actividades que involucran la lectura, la escritura y la oralidad y por una práctica más frecuente de la lectura recreativa, no directamente vinculada con las obligaciones escolares.

En lo que respecta a las causas de esta disparidad entre los géneros en cuanto al lenguaje, los expertos señalan que los niños se muestran en general menos entusiasmados y concentrados que las niñas durante la realización de actividades benéficas para el desarrollo de habilidades comunicativas y el enriquecimiento del vocabulario, tales como la narración y la lectura de historias. Por otro lado, en estas investigaciones no se ha encontrado suficiente evidencia científica para atribuir esta diferencia exclusivamente a factores biológicos, si bien se presenta desde la más temprana edad e independientemente de otros factores económicos, étnicos y sociales.

Podría decirse, entonces, que este fenómeno es el resultado de una compleja combinación de elementos biológicos y ambientales, estos últimos, relacionados con las concepciones que se tienen de los niños y las niñas y con el trato diferencial que ellos y ellas reciben desde el momento mismo de su nacimiento. Incluso los primeros juegos se convierten, en muchas ocasiones, en el escenario donde se representan los imaginarios sociales en cuanto a los géneros: el dibujo, la lectura y las actividades manuales parecerían convenir más al carácter presuntamente más reposado de las niñas, mientras que ellos son estimulados con mayor frecuencia para realizar actividades físicas y al aire libre. En correspondencia con esta dicotomía entre pequeños exploradores y pequeñas princesas, aún persistente en varios contextos sociales y culturales, resultaría más natural que los niños, llenos de energía, sean quienes salen en sus juegos en búsqueda de aventuras y que ellas prefieran, más bien, recrear esas aventuras a través de la imaginación y las historias.

Estos imaginarios ponen en evidencia el hecho de que el género es, en buena medida, una construcción social que incide de muy diversas maneras en el desarrollo de los niños y en sus posibilidades futuras de realización personal y profesional. Es así como, por citar uno de los ejemplos más socorridos en la materia, la idea de que los niños son más hábiles para las ciencias duras y las matemáticas, y que ellas son mejores en humanidades y ciencias sociales todavía determina las prácticas educativas en muchos aspectos. Esto, con implicaciones bien conocidas y ampliamente señaladas en la participación poco significativa de las mujeres en varios sectores del mercado laboral, y en la poca o nula visibilidad de su contribución en el desarrollo de la ciencia y la investigación.

Pero, más allá de la oposición entre naturaleza y cultura para explicar (o incluso justificar) las diferencias en los roles sociales de hombres y mujeres, resulta incuestionable el hecho de que una educación de calidad, que les permita a todos los niños, sin distinción alguna, el pleno despliegue de sus potencialidades intelectuales, artísticas, físicas y afectivas, se traduce en mejores oportunidades a lo largo de la vida. De ahí la importancia de que padres de familia, cuidadores, maestros y todos aquellos que están directamente involucrados en la educación de los pequeños les proporcionen interacciones y entornos significativos y estimulantes, que fortalezcan su autoconfianza y sus capacidades de expresión. Desde su más temprana edad, todos los niños deben tener la posibilidad de adentrarse en los territorios del juego, de la imaginación y de la expresión libre y espontánea, que constituye, en últimas, el territorio común de la infancia que niños y niñas comparten, independientemente de que se vistan de rosa o de azul.