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Un parque, una biblioteca

Autor
Jorge Melguizo
Data
27 novembro, 2016

¿Cómo lograr que la gente de barrios enfrentados por las violencias se encuentre, comparta, se conozca –se reconozca-, se mire a los ojos, se escuche, se entienda? ¿Cómo lograr que barrios impenetrables, guetos urbanos signados por los miedos, lugares cuyo solo nombre producía ecos de muerte, se conviertan en referentes para toda una ciudad y en lugares de orgullo para sus habitantes? ¿Cómo hacer para que la cultura se convierta en estrategia de convivencia, es decir, en estrategia para combatir la enorme inseguridad, producto de las inequidades, de las exclusiones, de las no oportunidades, de las balas de muchos frentes en una historia de horror nacional? ¿Cómo hacer para que estas nuevas esencias de los barrios de Medellín sean los lugares preferidos por los turistas?

Un parque, como espacio de encuentro. Una biblioteca, como espacio de oportunidad, de futuro. Una ludoteca, como espacio de recreación, de juego infantil y familiar, de crecimiento y desarrollo. Unas aulas para la formación. Un auditorio, un teatro, para lo impensado y para lo cotidiano. Unas salas para navegar por el mundo mundial, a 1.500, a 1.800 metros sobre el nivel del mar. Unos espacios para el trabajo comunitario y para el encuentro de quienes hacen del trabajo comunitario su vida. Unas galerías para el arte. Unas escuelas de música, para todas las músicas. Unos centros para apoyar a quienes emprenden, con sus negocios, nuevas rutas. 23 mil libros, 220 computadores. Programación cultural, deportiva y recreativa. Acceso libre a todo. La cultura, un derecho, no un privilegio. Un parque biblioteca.

Un edificio público, como símbolo. La dignidad de lo público, como fundamento. La belleza de lo público, como norte. Lo urbano, como parte del tejido social. La arquitectura, como proceso de transformación humana.

Decenas de personas cada día, centenares de personas al final del día, miles de personas al final de cada semana, de todos los días del año, menos 2 días en que cierran: 25 de diciembre, 1º de enero. Cada semana, en los 9 parques bibliotecas, tantas personas como las que llenarían dos veces y media el estadio de fútbol… sin todas las horas que dedican al fútbol los medios de comunicación.

9 parques biblioteca, en esa Medellín que aunque ha bajado en un 95% sus violencias sigue teniendo en esas violencias un tremendo desafío. Parques bibliotecas que logran ser islas encantadas en medio de un país en conflicto; parques biblioteca que, como en el título de un libro del siquiatra Luis Carlos Restrepo, son “arcas para un diluvio de plomo”. 9 parques biblioteca en esa ciudad que tiene en el palimpsesto su metáfora, su realidad, su sueño. 9 parques biblioteca en las laderas de los barrios y en las zonas rurales, referentes, orgullo, espacios de encuentro, espacios de derechos, espacios de creación, espacios de circulación cultural, espacios de proyección, espacios de encantamiento, espacios para la razón, para el corazón, para la emoción.

La fórmula es fácil, tan fácil que podría aplicarse en ciudades que siguen teniendo en las muchas violencias sus horrores y sus dolores: oportunidades, inclusión, equidad, acceso a la cultura, al mundo, a los otros mundos posibles. Un parque, una biblioteca.