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Una semblanza de Ángela Lago

Autor
Selene Tinco Flores
Data
8 novembro, 2017

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Ángela Lago, ilustradora y escritora brasileña, pionera en el libro álbum en Iberoamérica, ha partido recientemente. Esta inquieta artista nos deja su obra, que apuesta por una literatura infantil y juvenil valiente y que explora a través de la gramática visual nuevas formas de narrar.

La artista, reconocida en España, Francia, Eslovaquia y Japón, y con múltiples premios en su país natal, siempre buscó innovar(se) e incluir más al lector en la producción del sentido convirtiéndolo en “coautor”, retos que se impuso desde hace más de 20 años y que nos vuelven a mostrar su faceta pionera.

Su nombre es infaltable en los estudios sobre el libro álbum en Iberoamérica; sin embargo, su obra es poco conocida en los países latinoamericanos de habla hispana, donde los niños casi no la han visto en sus bibliotecas. La principal de las razones tal vez sea el que su obra siempre fue un desafío para los editores, sumado a la poca distribución editorial de autores latinoamericanos de LIJ en el mismo continente.

En mi caso, fui descubriendo a Ángela Lago por Juan Felizario Contento, O cântico dos cânticos y Sete histórias para sacudir o esqueleto. De noche en la calle fue un regalo de ella, después de que lo había buscado por mucho tiempo sin éxito. Cuando, este 2017, Ángela se enteró de la Exposición del libro infantil y juvenil de la LIJ brasileña en Lima (Perú), que estaba a mi cargo, tuvo la gentileza de obsequiarme su clásica obra.

De noche en la calle, publicado en 1994, es referencial en la historia del libro álbum en Iberoamérica. Resaltan en él dos elementos: lo gráfico y lo temático. Ángela innovó en el uso de las dobles páginas, incluyendo la unión de las mismas en una sola imagen, para recrear el movimiento y volumen; además, “jugó” con la tridimensionalidad del objeto libro y su arquitectura. Por otro lado, su temática social rompió con la tendencia artificiosa y dulzona de las obras para niños de esa época aproximándose con intensidad a la problemática del trabajo infantil presente en toda Latinoamérica. Tema desafiante que Ángela abordó desde el expresionismo con el uso del color negro dominante y otros colores como metáforas visuales para crear una atmósfera y expresar diversos estados de ánimo.

Meses antes de su partida, nos mantuvimos en contacto y en uno de sus últimos mensajes me comunicaba el envío de una de sus obras. Ahora, cuando ya no está, estoy a la espera de su generoso obsequio. Estos días “he anidado” con ella: mi pequeña colección de su obra me ha acompañado y nuevamente pienso en la urgencia de revalorarla, sobre todo para quien no la conozca, y el artículo que he traducido es precisamente una forma de responder a esa necesidad, al compromiso de presentarla a ella y su legado.

El encantamiento de Ángela Lago

Traducción del texto publicado en portugués en el Blog da Letrinhas

Ángela Lago nació en Belo Horizonte en 1945. A los tres años de edad comenzó a dibujar y nunca más se detuvo. Garabateaba en las paredes de su casa y el piso del patio, no había papel que bastara. Fue un alivio para todos cuando el ordenador fue inventado y ella pasó a usar la pantalla virtual, donde hacía sus dibujos, sus libros y las animaciones de su sitio web.

Como escribió el diseñador gráfico Helen Nakao, nadie mejor que la propia artista belorizontina para definir el alma “traviesa, inquieta y curiosa” de una de las más importantes autoras de la literatura infantil brasileña, que alzó su último vuelo ayer, 22 de octubre, un domingo nublado. Fue también un domingo “con cigarras cantando”, según relato del periodista y escritor minero Alfonso Borges en las redes sociales. “Los antiguos dicen que eso es un anuncio de la temporada de mucha lluvia. Pero el canto de las cigarras llega con otro anuncio: Ángela Lago quedó encantada”, completó el curador del programa literario Siempre una charla.

Sonrisa larga, habla mansa y mirada de bellos horizontes, Ángela Lago se estrenó en el universo de los libros para la infancia en los años 80, con las obras El hilo de la risa y La sangre de la cucaracha. Antes viajó por el mundo ―vivió en Estados Unidos, Venezuela y Escocia― y trabajó en publicidad y programación visual. En su trayectoria, publicó más de 30 libros de su autoría en texto e imagen, además de decenas de otras obras en las que figura como ilustradora. Fue premiada en Brasil y el exterior con títulos como De noche en la calle (1994), Cántico de los cánticos (1992), Un año nuevo de mal gusto (1997), ABC doido (1999) y João Felizardo, el rey de los negocios (2007). En 2004, fue nominada por tercera vez al premio Hans Christian Andersen, el Nobel de la literatura infantil, por el conjunto de su obra.

Para Companhia das Letrinhas, publicó diversas obras destacadas ―Siete historias para sacudir el esqueleto (2002), Muy capeta (2004), La visita de los 10 monstruos (2009) y El ataúd arrastrado y otras asombraciones de familia (2015), entre otros libros que ilustró―. ¿Qué hablar de estos y tantos otros libros de gran importancia para la literatura infantil? Con su forma matutina, Ángela Lago desconfía: “No corresponde a los autores explicar sus obras. Creo que deberíamos imitar los árboles, que ofrecen sus frutos sin preferencias o cualquier conversación”.

Son muchos los relatos afectuosos de quien se cruzó con Ángela Lago por la carretera. “A lo largo de dos años, tuve el privilegio de trabajar en nueve proyectos con ella. Y en cada proyecto ella traía una inquietud interna, un deseo de experimentar formas y lenguajes diferentes. Ella era así, inconforme con los modelos, estaba en busca de caminos inusitados, no siempre fáciles. Ella se exponía y se arriesgaba, con una generosidad increíble para sugerencias, aunque precisase rehacer un proyecto casi listo. Tal vez su trabajo no siempre fuera comprendido de primera, pero detrás de esa constante investigación estaba una pasión y una preocupación incansable por el lector”, dice Helen Nakao, hace veinte años en la Compañía de las Letras.

La vena inquieta de Ángela Lago es también destacada por especialistas que se sumergieron en su vasta obra. “Además de aventurarse en los medios impresos, se aventuró en otros medios para niños. No le gustaba repetirse en lo que hacía… Siempre estaba buscando el mejor dominio de las técnicas elegidas en cada libro. Se percibe que en las ilustraciones el trazo va de un apuro barroco a una simplicidad apenas sugestiva. Los primeros libros, más rebuscados y detallados, fueron siendo simplificados, hasta generar una imagen más limpia, con menos adornos, resultando en una esencialidad del rastro (…)”, escribió Celso Sisto en su disertación de maestría, Vestigios de la cultura popular en Ángela Lago: el recuerdo es secreto revelado, de 2004.

En este año, su obra destacó en la exposición “Líneas de historia: el libro ilustrado en siete autores”, en el Sesc Santo André, en el Gran ABC (Sao Paulo). Al lado de Eva Furnari, Renato Moriconi, Nelson Cruz, Roger Mello, Andrés Sandoval y el español Javier Zabala, orbita en un planeta propio y singular, donde conocemos los detalles de dibujos que más parecen bordados en un juego entre lo revelado y lo oscuro. “En realidad, sueño que un niño encuentre, en mi lectura del mundo, su propia lectura. Que un niño descubra sus propios caminos en mis descaminos y reinvente mi cuento, en la medida de sus propias fantasías “, reveló la autora, en otro momento.

Con la partida repentina de la escritora, fueron muchas las manifestaciones y homenajes en las redes sociales; espacio en que la escritora navegaba constantemente, dialogando con lectores y otros autores. Siempre proponía “mutirreuniones de traducción” en Facebook. Como dice el escritor minero Leo Cunha, que la conoció aún muchacho, en la librería de la madre, la crítica literaria María Antonieta Cunha, “sabía como pocos explorar el lado colaborativo de internet”. Más recientemente, compartió en su página sus pensamientos sobre vejez, andaba “soñando un lugar para seguir envejeciendo dignamente”.

“Mi primera reacción hoy al saber de la partida de Ángela Lago fue acurrucarme con algunos de sus libros. Y están caminando aquí dentro de casa”, contó la periodista Cristiane Rogério, coordinadora de “A Casa Tombada”, quien también compartió una entrevista que hizo con la autora en 2009. “Un libro para niños necesita ser verdadero. Ser verdad. Verdadero con toda la fantasía que se desee. Ser entero “, dijo en esa época.

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Roger Mello, autor galardonado con el Premio Hans Christian Andersen, también habló de su importancia para la literatura infantil durante el 12.° Congreso del Usbby, sección americana del Ibby (International Board on Books for Young People). Ángela Lago “tuvo una gran influencia en todos nosotros, escritores e ilustradores, en Brasil, en América Latina y también en el mundo”. Roger mostró una ilustración de la obra De noche en la calle, que retrataba ficcionalmente el trabajo infantil en las calles de las ciudades brasileñas. Ella nos “muestra cómo hacer poesía con imágenes”, resumió el autor.

Amistosa, ella dialogaba con muchos autores. Janaina Tokitaka cuenta que siempre admiraba la forma como ella veía las cosas del mundo. “Al final, yo iba a sacar una duda u otra sobre literatura o solo tirar de la misma conversación. Ella estaba muy preocupada por el futuro, pero de una manera más propositiva que desesperada. Dijo: ‘Estoy releyendo hoy El narrador, de Walter Benjamin, con mucha sorpresa. El texto es aún mejor de lo que recordaba. Estaba detrás de él porque recordaba la parte en que él dice que el soldado vuelve a casa sin historias y quería entender ese silencio que llega con los momentos difíciles como los que estamos pasando’ ”.

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Denise Guilherme, educadora e ideadora de “A Taba”, destaca que “fue una de las autoras más revolucionarias de nuestro tiempo, siempre reinventándose y sorprendiendo”. “En sus libros, trataba de temas profundos, con irreverencia y profundidad, sin subestimar la competencia del lector, independientemente de su edad.”

Segundo Renata Penzani, en la Flip del año pasado, durante la mesa ‘Cuaderno de secretos’, le preguntó: “¿Cómo miraba el mundo la niña Ángela?”. Y su respuesta fue más una prueba de cómo podía decir mucho, casi todo, con muy pocas palabras. “No estaba permitido quedarse allí en casa. Entonces, me acostaba en la hamaca, abría un libro y me quedaba horas allí con él, fingiendo que estaba haciendo algo. Hasta que en algún momento me cansaba de quedarme vagando y empecé a leer una palabra, después otra y otra… Así comenzó. El libro era el lugar donde valía la pena entrar”. Y esa frase resonó: “El libro era el lugar donde valía la pena entrar”. La audiencia aplaudió como quien descubre un secreto universal.

En las alas del haikai (Aletria), de Sônia Barros, fue uno de los últimos libros que ilustró. En la obra que habla sobre el vuelo ―del hombre, de la imaginación―, Ángela nos hace alzar vuelos con sus imágenes de rasgos infantiles. “Artista brillante: ilustradora, escritora, poeta, traductora. Visionaria, inquieta, siempre en busca de maneras singulares de expresarse. Y, sobre todo, persona generosísima. En 2015, sin saber que era un sueño mío tener un libro ilustrado por ella, me invitó a una alianza, y nuestro libro nació el año pasado. ¡Fue la niña Ángela quien hizo los dibujos! Aquella que decía: ‘Quiero dibujar con mi mano infantil’. Un honor haber convivido con ese ser humano singular”.

Para el Blog de Letrinhas, ella escribió sobre un episodio de su infancia en la sección Retrato. El texto, “La mancha en el vestido de organdí de Ángela Lago”, refuerza su ironía sofisticada e impar. “Mi madre, a quien perdono, perdón, perdón, tuvo seis pestes. Yo, la del medio, a todo asistió y le di la razón siempre que fue posible. Incluso cuando me envió a un colegio de monjas. Ella, que no tenía fe ninguna y mucho menos religión”, reveló. También sobre la infancia minera, vale escuchar el testimonio que dio sobre sus juegos de niña diligente para la periodista Marlene Peret, y para dejar su voz resonando fuertemente en todos nosotros.