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Democracia para las niñeces y adolescencias

Autor
María Emilia López
Fecha
6 julio, 2023

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Este texto es un fragmento de una ponencia presentada por la autora en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el 5 de mayo de 2023, como parte de las Jornadas de CONABIP. También está publicado en Jardín Lac.

¿Qué aportan (o pueden aportar) las bibliotecas a la noción de democracia para la primera infancia? ¿Qué significa democracia en términos de inclusión cuando hablamos de primeros lectores? ¿Qué relaciones existen entre la democracia, la lectura y las interacciones humanas?

Democracia para bebés

Los bebés, mi público favorito, con los que paso horas y horas de lunes a viernes, en una intensa convivencia humana, lúdica y lectora, son los seres más enigmáticos en el plano de la lectura. Sin embargo, durante mucho tiempo fueron invisibles en las bibliotecas, de la misma manera que los libros estaban ausentes de los jardines de niños.

Sin entrar en demasiado detalle, podría decir que los 80 niños y niñas de 45 días de vida a 3 años, a los que acompaño cada año como directora de un centro de educación infantil, se convierten, en esos escasos tres años compartidos, en eximios lectores, en lectores literarios de alto vuelo, en seres metafóricos que hacen del lenguaje verbal una casa propia perfumada y permanente, que los cobija del tumultuoso magma de sentidos en pugna de estos tiempos.

Democracia para bebés, en el plano de la lectura, es hacer que las políticas públicas los registren como seres hambrientos de lengua escrita, de oralidad poética, y provean los insumos materiales y humanos necesarios para que la situación de lectura, de lecturar, acontezca.

No todas las familias tienen acceso a los libros, eso ya lo sabemos, menos aun cuando tu hijo tiene 6 meses y todo urge más que la lectura, “aparentemente”.

¿Por qué señalo y encomillo lo aparente?

Los bebés son básicamente seres de interacción, y en un mundo donde el lenguaje oral se adelgaza, donde los adultos estamos mutando hacia otra formas de interacción que no ponen en juego el cuerpo, la palabra, la gestualidad, y por lo tanto vamos perdiendo ciertas habilidades para la sincronía rostro a rostro, cuerpo a cuerpo, (algo fundamental en las demandas de los bebés), la presencia de los libros y de mediadores que articulen la relación bebé, madre / padre / abuela / maestra y libro resulta fundamental.

El libro te da prestado ese repertorio de lenguaje y ficción que comienza a entrama el hablar. El libro dice por ti aquello que tu lengua no puede hacer vivir espontáneamente, el libro te ofrece un campo de ficción que supera a la realidad, y te permite “actuar como una madre y no como una unidad de emergencia”, como dice Rachel Cusk en su libro sobre la experiencia de ser madre. Una unidad de emergencia atiende necesidades básicas como comer, dormir, estar limpio, una madre humana atiende también la necesidad básica de poesía, de lenguaje, de ensoñación y juego.

Las madres, los padres, los adultos maternantes en general recibimos una fuerte demanda filogenética con cada bebé al que acompañamos: producir el encuentro, de lenguaje, de corporalidad, de sentido humano para esos seres que nacen, aunque lo hagan tras nueve meses de embarazo, inmaduros para autoabastecerse biológica, psicológica y culturalmente.

La conciencia humana surge a partir de la musicalidad elemental de los ritmos corporales vibratorios y sonoros compartidos entre la madre y el bebé, cuando ella da de mamar, acaricia, mece, habla, arrulla y acuna al recién nacido, señala el biólogo chileno Humberto Maturana. Yo agregaría que en tiempos contemporáneos somos muchas las figuras que constituimos esos eslabones rítmicos compartidos, elementales para la conciencia de sí, para entrar en el devenir cultural compartido. Ese es el inicio del largo viaje hacia la intersubjetividad, es decir la posibilidad de estar en estados mentales compartidos con los otros, de encontrarnos mente a mente, de sintonizar sensibilidades.

Y entonces vale preguntarnos: ¿qué harían los bebés sin la interacción humana de lenguaje? En 2023, la relación con la oralidad, la mirada, la disponibilidad de los cuerpos para arrullar, mecer, contener en el regazo se vuelven esenciales para pensar las niñeces, porque en esos recursos de interacción afectiva se fundamentan muchos procesos de construcción psíquica, social, simbólica. Y no sólo cuando somos bebés, porque la memoria inconsciente de ese tiempo primigenio nos acompaña toda la vida.

Y en este sentido, quisiera posar la atención sobre otro elemento indispensable: la mirada conjunta.

El antropólogo Ragnar Behncke escribe:

La capacidad de conectar la mirada en un referente común es la clave de la colaboración, pues actuar colectivamente requiere sintonizar la intención y acción con otros de una manera muy sofisticada. La parte blanca de nuestros ojos no la tiene ningún animal y evolucionó en los primeros humanos justamente para ayudarnos a leer la intención del otro y conectar nuestras miradas en un objetivo común. Así también, surgen las señas y gestos con las manos que nos ayudan a indicar referentes comunes donde sincronizamos nuestra atención, dando paso a un foco común donde nos coordinamos para resolver colectivamente un desafío.

La mirada conjunta se convierte en otro eslabón imprescindible en el camino hacia la intersubjetividad. El lenguaje es en primer lugar un sistema de señas y gestos que nos permiten concentrarnos en un mismo objeto, situación, espacio. Este proceso no solo fue fundamental a nivel filogenético, sino que es el que reproducen todos los bebés en su acercamiento al mundo de la cultura, a la intersubjetividad y al lenguaje verbal. Y es también el proceso que empleamos para la lectura compartida de libros.

 Alejandro Zambra dice en su último libro, en el que relata la historia de su paternidad, atravesada por la literatura:

Antes, cuando recién caminabas, me veías leyendo solo y trepabas a mi regazo para interponerte entre el libro y mis ojos, igual que los gatos, aunque tenías la cortesía de no arañar las páginas. Pronto perdiste esa cortesía, porque de la curiosidad pasaste a la rebelión: verme leyendo solo, en silencio, comenzó a volverse para ti intolerable y me quitabas el libro o rompías la hoja. Y es que la lectura en silencio parece individualista, avara, marchita. Ahora, cuando me sorprendes en el acto mezquino de leer en silencio, me pides que lea en voz alta y yo siempre acepto, de manera que ya conoces frases de Jenny Offill y un par de versos de Idea Vilariño y hasta dos o tres párrafos de La montaña Mágica.

Democracia para bebés, para las niñeces, es otorgar mirada conjunta. Porque con la mirada conjunta ofrecemos el material que garantiza el fluir del psiquismo, la seguridad afectiva que genera ser capaz de estar en estados mentales compartidos, el lenguaje que habita el tiempo poroso de estar juntos, que muta del pequeño gato escurridizo que trepa entre los muslos, los brazos, la cadera del adulto para adueñarse del contacto más íntimo, sin permiso, hasta el pequeño que se une al padre a través de la voz, en ese hiato mágico entre lectura y sentido, cuando no es tan importante qué dice un texto sino quién lo dice, cómo lo dice y cómo funciona la máquina musical de la lengua.

Quisiera pensar una dimensión política para la mirada conjunta. Democracia para bebés, niñas y niños y sus familias, es también repensar, discutir, instalar espacios y dispositivos que nos lleven a la mirada conjunta, un eje fundamental de la experiencia de alteridad y en el desarrollo del sí mismo, esa menuda tarea que tienen por delante todos los niños, niñas y jóvenes.

Y las bibliotecas tienen mucho que hacer en este sentido. Cada vez que nos preguntamos por los bebés lectores, por las niñeces y sus derechos lectores, estamos pensando no solo en libros sino en mediaciones, en la creación de entornos culturales en las que todas las familias puedan hallar de qué hablar, cómo hablar, qué leer, y construir mirada conjunta. Una política cultural de la mirada conjunta me parece una idea casi urgente.

Cada uno de los espacios en los que trabajamos con primeras infancias reclama una política de interacción humana, un tejido de eslabones que articulen el lenguaje oral y el lenguaje escrito con la experiencia de la voz y el ritmo narrativo de la vida. Las bibliotecas públicas, las salas de lectura, los jardines de niños, los centros infantiles y muchos otros espacios alternativos podemos asumir la responsabilidad de enlazar no sólo libros y niños, sino de construir intersubjetividad, que hoy por hoy es lo mismo que decir construir humanidad. Para eso hace falta garantizar la presencia de muchos buenos libros, pero no solo eso: también es indispensable pensar qué hacer con la parte blanca de nuestros ojos.

Referencias

Cusk, Raquel (2023). Un trabajo para toda la vida. Sobre la experiencia de ser madre. Barcelona: Libros del asteroide.

Behncke, Ragnar (2022). La evolución del aprendizaje. Fundamentos biológicos para reimaginar la escuela. Chile: Fundación La Fuente.

Zambra, Alejandro (2023). Literatura infantil. Barcelona: Anagrama.