Dado el carácter fundamentalmente escrito de nuestras sociedades y culturas, pensar en la lectura y la escritura como principal compromiso de la biblioteca pública implica el reconocimiento de que el acceso y disfrute de la palabra escrita es una necesidad que antecede a múltiples actividades de la vida privada y colectiva de las personas.
Este compromiso de la biblioteca pública con la cultura escrita es también un compromiso con la oralidad y con los procesos que las comunidades y las personas llevan a cabo con su palabra viva.
No se trata de la lectura en sí misma, sino de la manera en que la lectura redunda en el pensar y el actuar de quienes pueden acceder a ella. La pluralidad de miradas sobre el mundo, el despertar de la empatía como reconocimiento de las necesidades del otro, la exploración, interpretación y comprensión de pensamientos y emociones propias y extrañas son capacidades humanas que, para cultivarse, requieren de leer y escribir de diferentes formas, diversos textos y múltiples voces.
La biblioteca pública es el único espacio con el que cuenta una sociedad para —de manera concentrada y cualificada— preservar, celebrar y enriquecer el lenguaje escrito. Este lenguaje puede ser emancipador —procura canales para pensarnos de otra manera, ser en lo escrito y lo leído más de lo que somos y comprender de una mejor manera el mundo que nos rodea. Pero depende de la forma en que lugares como las bibliotecas invitan a sus lectores a ejercer el derecho a leer y escribir, y de la manera en que estas se reconocen y valoran como espacios para el recogimiento y la lectura como una práctica que tiene sentido en sí misma.
Se trata de que la biblioteca pública sea la primera en catapultar la lectura y la escritura: un aporte fundamental para la transformación del mundo, pues permite que las personas puedan encontrarse en torno a la palabra y disfrutar del arte y la cultura teniendo en el lenguaje un eje articulador. Una biblioteca en la que “sólo se lee y escribe” no es una biblioteca incompleta. Al contrario, es la base más sólida para hacer posible la extensión hacia todo tipo de actividades humanizadoras.