Por: Fredy Adolfo Forero Villa.
El 5 de septiembre de 2011 nació Sci-Hub, la plataforma que ha burlado regulaciones internacionales en derecho de autor y que ofrece, actualmente, una base de datos de acceso gratuito de más de 48 millones de artículos científicos. Con esta página, Alexandra Elbakyan, de 23 años, inició una cruzada por la circulación libre del conocimiento y la desarticulación de oligopolios que controlen el acceso a las bases de datos.
El método empleado por la joven desarrolladora de software y neurocientífica de Kasajistán no solo ha sido objeto de discusión jurídica ante las cortes norteamericanas, también ha generado debate en relación con el hackeo de información como herramienta para alcanzar los objetivos trazados por el movimiento Open Access.
A menudo se asocian los movimientos Open como opuestos a los valores del derecho de autor, llegando incluso a acuñar el término “copyleft” como contraposición etimológica al sistema de protección anglosajón (copyright).
En septiembre de 2001 los profesores Harold Varmus, Premio Nobel y Director del Instituto Nacional de Cancer; Patrick O. Brown, Profesor en la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanfor; y, Michael Eisen, Profesor de la Universidad de California, remitieron un comunicado a sus colegas indicando su intención de crear un repositorio de la producción científica de acceso gratuito. El comunicado, de escasos tres párrafos, proponía una consigna revolucionaria por la democratización del conocimiento. Una iniciativa que dio lugar a la creación de la Public Library of Science (PLoS) y al movimiento mundial por el Acceso Abierto que hoy conocemos.
En el comunicado los profesores reconocían el derecho legítimo de los editores de revistas científicas a percibir ganancias, pero solicitaban a sus colegas el abstenerse de publicar en aquellas revistas que no les concedieran a los autores el derecho a usar libremente sus artículos después de la publicación. La comunicación proponía a los autores otorgar derechos a las revistas para la publicación en exclusiva por 6 meses, conservando la potestad de decidir qué hacer con los artículos después de dicho tiempo, y por ende, poder incluirlos en la base de datos gratuita.
El movimiento de Acceso Abierto no surgió en el momento en el que los autores decidieron renunciar a sus derechos. Por el contrario, nació por una iniciativa que empoderó a los autores y destacó su poder de decisión al momento de autorizar una publicación, su potestad de decidir en qué condiciones circularía su contenido.
Los orígenes del Open Access no son otra cosa que el ejercicio puro y simple de derechos autorales, el ejercicio de un derecho de autor que vela porque la obra circule de forma fiel a los intereses intelectuales y espirituales del autor, que la obra transmita el mensaje que el autor desea y en la forma que el autor prefiera, bien sea que persiga ánimo de lucro o no.
Aunque comparten objetivos, el movimiento Open Access se aparta del sistema de difusión de contenidos de Sci-Hub desde sus bases conceptuales. Pese a la existencia de las condiciones socioeconómicas que justifiquen el movimiento, los métodos empleados por Alexandra Elbakyan contradicen los ideales perseguidos por la corriente de Acceso Abierto; la democratización de la sociedad de la información empoderando a los autores de sus derechos y garantizando la circulación de contenidos conforme su designio.
Cuando un usuario hace una consulta en Sci-Hub, la plataforma accede a la base de datos que contenga el artículo requerido, lo extrae y permite su lectura de forma gratuita. Una vez hecho esto se hace una copia en el servidor de Sci-Hub, que actualmente cuenta con más de 48 millones de artículos almacenados.
Las contraseñas para acceder a las bases de datos cuya seguridad se burla son “donadas” por simpatizantes a la causa de Alexandra Elbakyan, y es aquí donde radica la diferencia entre su sistema y el movimiento Open.
El movimiento de Acceso Abierto ha dado origen a diferentes repositorios alrededor del mundo alimentados por autores que de manera autónoma han decido apoyar los ideales trazados, autores conscientes de sus derechos y que en ejercicio de éstos optan por permitir la circulación gratuita de sus obras.
Mientras los repositorios Open son alimentados por autores, la decisión de incluir un artículo de Sci-Hub es tomada por un tercero que no conoce al autor pero decide que su obra debe hacer parte de la plataforma, en Sci-Hub el autor apoya una causa sin siquiera saberlo ni ser consultado previamente.
La importancia del acceso al acervo cultural y la producción científica no puede desdibujar el respeto del creador del contenido, del ser humano que aporta con su creatividad al estado del arte. La obra lleva la impronta personal del autor y tiene como consigna transmitir, ser la voz del creador ante el mundo, y el derecho de autor asegura que el uso de ésta, en condiciones de tiempo, modo y lugar, no desdibuje el mensaje plasmado por su creador ni su espíritu y sentido, independientemente que el autor desee percibir ganancias o no.
La supuesta superioridad moral del hackeo se pierde en el preciso momento en el que se ubica al lector del contenido por encima del autor y se justifica la difusión de conocimiento en perjuicio del creador de éste.
¿Robin Hood?
El éxito de la plataforma, así como los ideales que guían su funcionamiento, han hecho que en diferentes artículos se catalogue a Alexandra Elbakyan como una Robin Hood de la sociedad de la información.
El arquetípico héroe inglés requiere la existencia de tres supuestos, una representación de poder despótico, un pueblo oprimido, y un forajido al margen de la ley que hace justicia.
Si el nacimiento del portal se debe a una posición crítica frente al manejo de bases de datos por parte de algunas compañías, no existe justificación para que se ataque el sistema de protección de los autores en su conjunto, se suprima la potestad de los creadores a decidir sobre las condiciones en que compartirán sus contenidos. El hackeo y publicación de obras sin el concurso de los autores solo encontraría sustento si posicionamos a los científicos como el componente maligno de la triada, como los guardianes despóticos del conocimiento.
Desde la ilustración, la humanidad ha encontrado en la producción de conocimiento la piedra angular para la construcción de un mundo mejor, y en el científico un nuevo cruzado para disipar las tinieblas de la humanidad mediante la razón. Señalar al autor o científico como una barrera para la difusión de conocimiento es un exabrupto sin fundamento.
El movimiento Open encuentra una justificación noble en tanto busca la difusión amplia de las obras de la mano de los autores, combate los conglomerados asegurando que los autores conserven sus derechos y convenciéndolos de permitir la circulación libre.
Consultar al autor permite que los repositorios sean apoyados por aquellos autores que así lo desean, lo que hasta el momento no ha representado un obstáculo para la publicación masiva de contenidos bajo licencias Creative Commons.
La imposición de ideales acudiendo a herramientas tecnológicas y el hackeo no resultará menos despótico que las composiciones oligopólicas que busca combatir, y por este motivo, el modelo Sci-Hub no solo se aleja de los principios que representa la leyenda de Robin Hood y el Open Acces, es una afrenta a los derechos de los creadores que producen el conocimiento que esta plataforma difunde.
El hackeo como herramienta de protesta por la baja participación de los autores en los rendimientos económicos de sus obras.
No basta contar con legislaciones que reconozcan a los autores los derechos de explotación sobre sus obras si no se implementan políticas públicas que aseguren que estos derechos sean una realidad en los diferentes modelos de negocio.
Uno de los principales argumentos a favor del hackeo para la publicación gratuita de contenidos es la baja participación de los autores en los rendimientos económicos de sus obras. Sin embargo, resulta contradictorio minar el régimen de protección de los autores argumentando que las dinámicas de mercado no permiten el ejercicio efectivo de los derechos en cabeza de esos mismos autores.
A lo largo de América Latina se ha reivindicado la explotación democrática del agro. Las diferentes reformas agrarias han pretendido que la tierra quede en manos de los campesinos y no de las multinacionales o latifundistas. Jamás se ha contemplado la posibilidad de dejar la tierra infértil como medida para modificar la estructura de la propiedad y explotación agrícola, como tampoco resulta coherente destruir el sistema de protección de los autores para asegurar que éstos ejerzan sus derechos.
La verdadera reivindicación del sector creativo está en fortalecer la capacidad de negociación de los autores, que el creador conserve los derechos sobre su obra, no eliminando la potestad de este de decidir cómo circulará su contenido.