“El escritor ‘hágalo usted mismo’ es el equivalente de la gente que canta en la ducha. En general se trata de escritores que no merecen editores serios. Cincuenta sombras de Grey, nacido en las redes, ¿qué es? Basura. No lo leí ni lo voy a leer”, asegura Andrew Wylie (1), uno de los agentes editoriales más reconocidos e influyentes en el mundo editorial, haciendo referencia a la supuesta baja calidad que poseen las ediciones autopublicadas. Este es uno de los tantos aspectos que se exponen en el informe Radiografía de la autopublicación en América Latina. ¿Tienen los libros autopublicados una calidad inferior a la de cualquier otro libro publicado a través de una editorial? ¿Es el proceso editorial siempre una garantía de la buena calidad de una obra? ¿Qué efectos provoca la autopublicación en la industria editorial en su conjunto? Por supuesto, no son cuestiones sencillas sobre las que se pueda elaborar una respuesta única. Lo que sí está claro es que el fenómeno creciente de la autopublicación hace exponer a su vez la emergencia de nuevos sistemas de legitimación de los textos escritos.
Hasta hace no muchos años, una obra publicada significaba implícitamente siempre una obra que atravesaba un proceso editorial y, por lo tanto, cierta aprobación y validación previa de un editor profesional. A continuación, la prensa especializada era quien definía el éxito comercial de una publicación con base en su crítica, y eso terminaba de alguna forma garantizando que un buen contenido llegaba a manos de los lectores. En la actualidad, los sistemas de valoración de una obra han cambiado drásticamente. No es que los anteriores hayan desaparecido, porque siguen teniendo una gran importancia, pero si van cediendo espacio a los lectores mismos como legitimadores de un contenido, quienes impactan en la visibilidad de una obra mediante comentarios y calificaciones en tiendas de libros, o bien en redes sociales o blogs. Los booktubers son uno de los mayores exponentes de este fenómeno, siendo en ocasiones tan importantes hoy para la venta de un libro como lo era tiempo atrás la prensa escrita. Por lo tanto, emerge un nuevo interrogante y es ¿quién define cuáles son los libros valiosos y cuáles no lo son?
Lo que sí podemos determinar con precisión es que nunca se ha escrito más en la historia de la humanidad como en los tiempos que corren. En un artículo anterior, ya señalábamos que en América Latina, entre los años 2006 a 2016, el registro de libros autopublicados había crecido un 351%, totalizando 88.819 libros con ISBN. Pero veamos lo que ocurre cuando desagregamos esta información por cada país en la región. Como vemos en la gráfica, en un proceso que va del año 2012 al año 2016, aunque los países han tenido una mayor cantidad de registros de obras autopublicadas, se destaca el caso de Argentina, donde se triplica la cantidad de registros en solo cuatro años.
El otro caso que merece una atención especial desde las cifras es España, por la llamativa y particular fluctuación que ha tenido hacia la baja. Mientras que, durante los años 2008 a 2010, el registro de obras autopublicadas había crecido un 40% en España, pasando de 14.718 obras registradas a 20.983, a partir del año 2011 comienza una curva descendente muy brusca, que se estabiliza en cerca de 8.000 registros anuales al año 2016. ¿Cuál fue la razón de tan extraña fluctuación?
La respuesta está relacionada seguramente con que hasta el año 2011 el registro del ISBN de la obra de un autor-editor era un proceso completamente gratuito y, a partir de entonces, comenzó a ser pago. Nos quedará entonces el interrogante sin responder de qué hubiera sucedido si el servicio de registro de ISBN hubiera continuado siendo gratuito. ¿Tendríamos un crecimiento del 100% en 10 años? ¿Y qué sucedió con las obras que hoy no se registran con un ISBN? ¿Podemos pensar que son obras que no se publican? ¿O se están realizando y publicando igualmente pero sin solicitar ese número de registro?
Teniendo presente estas consideraciones, ¿cómo se modifica entonces el rol del editor de cara al futuro? A medida que han pasado los años, desde la invención de la imprenta de Gutenberg hasta nuestros tiempos, publicar una obra ha sido algo cada vez más sencillo. Y llegamos a la era actual, en la cual el autor tiene plena autonomía, recursos y herramientas para hacer todo el proceso por su cuenta, sin mediar siquiera ningún profesional de la industria. Con lo cual, el editor (como figura abstracta) deja de ser alguien que pueda decidir qué se publica y qué no se publica (y de alguna forma, qué se lee y qué no se puede leer). Pero comienza a ocupar un rol sin dudas tanto o más valioso, relacionado con la curaduría o selección de contenidos. En particular, en el contexto de sobreabundancia de contenidos que vivimos en la actualidad, los lectores necesitan más que nunca que se les indique en qué vale la pena ocupar su tiempo, ya que el tiempo empieza a ser la matriz fundamental a la hora de definir el consumo de bienes culturales de las personas. De ahí que la autopublicación exigirá al editor dominar nuevas herramientas y habilidades relacionadas con la visibilidad de los contenidos y, especialmente, con las herramientas de marketing digital.
La editorial está obligada a su vez a reflexionar sobre cuál es el valor que le brindará a un autor para que quiera formar parte de su catálogo. Cuál es el diferencial que en definitiva ofrecerán a los autores para que desistan de los beneficios que ofrecen las plataformas de autopublicación (incluso asumiendo en ocasiones costos por cuenta propia). Estos valores podrán estar focalizados en los aspectos económicos, en el trato y la relación personal, en la visibilidad que pueda tener la obra o en el prestigio que dé el sello editorial, entre otros. Cada editor encontrará los mejores argumentos. Pero lo que está claro es que ya no bastará con el mero hecho de la publicación del contenido. Muchos autores en la actualidad ven al editor simplemente como un intermediario en el proceso de publicación de una obra (más vinculado a la idea de un publisher que solo resuelve el problema técnico de imprimir y distribuir el contenido), y no tienen realmente claro cuál es el trabajo que se realiza con el contenido. Y es desde ese lugar que los autores cuestionan las razones por las cuales van a recibir solo un 10% a 20% del ingreso de una obra de la cual sienten que es 100% propia. Por eso resulta vital, en los tiempos que corren, que la industria en su conjunto sepa publicitar su propuesta de valor para con el autor.
Nos encontramos en un escenario donde claramente la autopublicación es un factor de presión que empuja a modificar el ecosistema editorial de una manera muy profunda. Conocer cómo funciona y cuál es su evolución es clave en el contexto de una industria en plena mutación, donde los autores son su principal fuente de contenido y los lectores el motor de su negocio. ¿En qué se modifica o se ve afectada realmente la industria? ¿Cuáles son las nuevas empresas que surgen en este contexto y qué servicios ofrecen? ¿Cuál es el impacto real que tiene en el mercado? ¿Qué alternativas tiene hoy un autor al momento de publicar una obra y en qué se diferencian? ¿Cuáles son los deseos que llevan a un autor a publicarse por su cuenta? ¿Cuáles son los desafíos y amenazas que enfrentan los editores y el resto de los actores de la cadena? ¿Qué sucede con los lectores frente a esta oferta de contenidos? Estos son algunos de los interrogantes a los que intenta dar respuesta el documento publicado por el Cerlalc titulado Radiografía de la autopublicación en América Latina, que puede ser consultado en su totalidad aquí y que esperamos sirva para seguir dando luces sobre el tema.
(1) Wylie, Andrew. “El Chacal. La vida es demasiado interesante apara ocuparse de gente como Dan Brown”, entrevistado por Raffaela de Santis. El Clarín, 20 de octubre del 2017. https://www.clarin.com/cultura/vida-demasiado-interesante-ocuparse-gente-dan-brown_0_r1aaPg_6W.html