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El reverso de lo adverso: Resguardar a la infancia en tiempos difíciles

Autor
Evelyn Torres
Fecha
6 junio, 2019

La infancia, como período de trascendencia en la vida del ser humano, necesita del amparo y amor de los adultos cercanos para que la resguarden de la adversidad. En tiempos de crisis, los niños y niñas son los más vulnerables. Por ello es fundamental crear continentes afectivos naturales y culturales que, a pesar de las circunstancias, les permitan vivir su niñez lo más cercanos posible a la belleza y a la posibilidad. Las historias y los cuentos son una vía para crear ese espacio donde el fuego del hogar se hace presente.

En tiempos desfavorables es prudente, de igual manera, vigorizar la alianza escuela-familia para apoyarnos, consolarnos y hacernos con estrategias lúdicas, amorosas, que brinden a nuestros niños y niñas, y a nosotros mismos, sosiego y paz.

Como educadores podemos propiciar encuentros con la familia que nos permitan compartir experiencias, conversar y pensar acerca de los recursos que poseemos como seres culturales, para proteger la infancia de nuestros hijos y alumnos. Ofrecerles vivencias donde ellos puedan percibir, como parte del aprendizaje de lo humano, la capacidad que poseen la familia y la escuela para organizarse y enfrentar, de manera inteligente, los acontecimientos perturbadores.

En Venezuela vivimos tiempos difíciles. Pero en el reverso de lo adverso, me he encontrado, entre otras cosas, con una sensibilidad especial de muchos adultos y jóvenes ante la vulnerabilidad de los niños y niñas en general. También con el reconocimiento de su derecho a jugar como una forma espléndida de vivir la infancia y aprehender el mundo. Esto ha traído como consecuencia múltiples maneras de organización como ciudadanos, vecinos, amigos y familiares, para crear redes de apoyo en torno a las necesidades de los niños y niñas y a la oferta de experiencias culturales y lúdicas que enriquezcan su infancia, en espacios de seguridad.

Mi participación se ha orientado en ofrecer una mirada sobre la belleza contenida en acciones sencillas, como reunirnos para contar historias, un cuento o cantar juntos. Jugar con las palabras en sus diversas posibilidades, un acto modesto y audaz al mismo tiempo, pues gesta civilidad, al favorecer el desarrollo de las capacidades sensibles, el uso del lenguaje para expresar y soñar y la experiencia de ser parte de una comunidad. La poética ofrece una manera de pensar el mundo desde la humanidad que la habita, quizás por ello constituye una forma de favorecer la resiliencia.

Una de las experiencias más conmovedoras que he tenido recientemente fue leer cuentos en un comedor popular creado por la iniciativa de unos jóvenes emprendedores, con el apoyo financiero de jóvenes profesionales venezolanos que se encuentran en el extranjero.

Después de dar de comer en una mesa limpia, con un mantelito individual, una comida elaborada y servida desde el amor más profundo, tocaba dar de leer. Los niños y niñas de edades entre 2 y 14 años se reunieron entusiastas para oír los cuentos del día. A mitad del cuento preguntaban, se daban respuestas, opinaban, en ocasiones peleaban, se reían y siempre querían más. Porque crear una imagen, desde la palabra, es en verdad, dar a ver. Al terminar la actividad, mi corazón quedaba hinchado de ternura y una modesta felicidad me acompañaba el resto del día.

En Venezuela, con mucha frecuencia, se producen “apagones”. Esto implica que se pueden pasar unas cuantas horas y a veces días sin luz eléctrica. De esta situación surgió un taller, orientado a los padres de niños y niñas pequeños, titulado ‘Si de apagones se trata’…

Se da inicio a la conversación ofreciéndoles a los padres el siguiente texto:

En el hogar se aprenden los valores fundamentales de la vida, recibimos las primeras imágenes del mundo y cómo lidiar con las dificultades a la que nos enfrenta. La palabra ‘hogar’ viene de la voz patrimonial del latín ‘focaris’, que significa ‘fuego’, derivado de ‘focus’, que significa ‘hogar’. El fuego simboliza el alma primitiva del hogar. Cuando somos privados de la luz eléctrica es como si nos quitaran la lumbre del hogar. La hoguera que reúne a la familia y la resguarda, lo que activa de manera inconsciente el miedo ancestral de perder el espacio de seguridad y quedar a merced de los acontecimientos externos. Pero el hogar también vive en la casa perdurable, interna, que se construye en la experiencia de la casa natal de la infancia.

A partir de este texto los padres comentan sus experiencias, positivas y negativas, y en una puesta en común se van tomando ideas para abordar el tema y las preguntas de sus hijos. Se hace una especie de repositorio de actividades y juegos que se podrían realizar cuando faltara la luz.

Entre esas actividades para desarrollar se encuentra contar historias de cuando se era pequeño, o más pequeño, recordar la historia de algún ser querido, o hablar sobre sucesos que nos asustaron o asustan. La idea es tener la oportunidad de darnos la palabra unos a otros, para seguir tejiendo familia y fomentando democracia, a pesar de la oscuridad.

Para finalizar algunos de los encuentros, leíamos en voz alta la sátira Los apagones, del poeta venezolano Aquiles Nazoa. Porque el humor nos hace bien.

Asimismo, en el Rincón del bebé practicamos cuentos en susurros, para calmar y relajar a los bebés y en la acción misma, calmar y relajar a la madre. Como proyecto social-educativo, este espacio se orienta al fortalecimiento de los vínculos primarios y fundamentales entre el bebé, su madre, padre, hermanos, abuelos, tíos y primos, en esa común unión que lleva por nombre familia. Desde la convicción de que es a través de la experiencia amorosa como el niño y la niña se acercan al origen de la confianza en el mundo y a las dimensiones de un lenguaje sensible y significativo.

El propósito de estas acciones organizadas con la familia y la escuela es ofrecer a los niños y niñas, a pesar de la adversidad, referentes saludables de lo humano, del gusto de la palabra que se comparte y la experiencia de convivir en sana paz como una forma de resguardar la integridad de la infancia y su derecho a que el mundo no le sea ajeno.  

Hay momentos en la historia de cada país donde la barbarie muestra sus dientes feroces de depredador. Pero, como nos hace saber Gaston Bachelard en su libro El derecho a soñar (1970): “El mundo ya no está tan encadenado cuando el poeta ha leído la libertad humana en los campos, en los bosques y los vergeles; el mundo ya no es tan hostil cuando el poeta ha devuelto al hombre la conciencia de su valentía.”