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Juguemos en el bosque mientras que el bosque está

Autor
Alejandra Algorta
Fecha
20 abril, 2017

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Es difícil negar que la tecnología ha expandido nuestro acceso al mundo. Con una conexión a internet podemos mostrarle a un niño de seis años ocho especies diferentes de osos, escuchar el canto de las ballenas y oír canciones del abecedario en más de diez idiomas, todo esto en menos de una hora. Pero mientras la tecnología expande nuestro acceso a un mundo virtual, el acceso de los niños al mundo físico disminuye considerablemente y las consecuencias no son pocas.

Mientras una familia debate acerca de los riesgos de llevar a los niños al parque, el árbol plantado en el andén frente a su casa previene el desarrollo de asma infantil.[1] La falsa idea de paz y seguridad que hemos heredado de la tecnología mantiene a los niños quietos frente a una pantalla, mientras que el mundo de afuera se vuelve cada vez más inhóspito. Esa aparente seguridad que promete la quietud de los niños termina por adjudicarle peligros a la movilidad. Vivir en las grandes ciudades es vivir gobernados por el miedo, al tráfico, al crimen, a los extraños, a lo extraño y por ende a lo natural: a la naturaleza.

Las herramientas para recrear la experiencia de lo natural en ambientes controlados no son pocas. La investigadora noruega Ingunn Fjortoft comparó el impacto de un ambiente artificial de juegos con un ambiente natural. Como parte del estudio se le dio a un grupo de 46 niños menores de cinco años la oportunidad de jugar en un bosque de 19 acres por dos horas al día. Al mismo tiempo, a 29 niños de la misma guardería se les permitió jugar en ambientes artificiales con juegos tradicionales diseñados para la infancia. Fjortoft realizó un examen previo de la aptitud motora de los niños, seguida de un periodo de observación de nueve meses y un examen final. La investigadora encontró que todos los niños que jugaron en el bosque mejoraron su desempeño en todas las pruebas motoras excepto la de flexibilidad. Mientras tanto el grupo que jugó en un ambiente artificial aprobó solo tres de las nueve pruebas. Al examinar las diferencias entre los dos grupos, Fjortoft encontró que el grupo que jugó en el bosque mostró un avance significativo en su coordinación.

Múltiples estudios han demostrado que la experiencia en la naturaleza es un arma poderosa contra la obesidad infantil. Sin embargo, hasta hace relativamente poco se empezaron a estudiar los efectos que puede tener el juego libre o juego en la naturaleza en el desarrollo cognitivo y socioemocional de los seres humanos. Hillary Burdette, y Robert C. Whitaker, pediatras y expertos en salud pública de la Universidad de Temple, Filadelfia, han estudiado los beneficios cognitivos del juego en la naturaleza, incluyendo la creatividad, la resolución de problemas el enfoque y la autodisciplina. Los beneficios sociales incluyen cooperación, flexibilidad y autoconciencia mientras que los beneficios emocionales incluyen reducción del estrés y la agresividad. Concluyen, al final de su estudio[2], que los niños con oportunidad de jugar al aire libre en sus primeros años de vida crecen con una mayor inteligencia inter e intrapersonal.

Lo que un niño aprende cuando juega libremente en un espacio natural es algo que no se puede enseñar. El verdadero juego libre no está configurado de acuerdo con una agenda adulta, sucede en praderas, bosques, espacios abiertos y no en áreas de juego designadas. El verdadero juego libre no tiene actividades específicas, ni un tiempo determinado, ni una dirección. Tiene barro, sí, ramas de árboles e insectos, tal vez ranas. Muchas veces en el juego libre hay otros niños, niños que fijan sus propias metas y evalúan sus propios riesgos, asumen la responsabilidad de sus juegos.

Pero lo que está en juego al alejar a la infancia de la naturaleza va más allá de un solo niño, y es del tamaño del planeta. El escritor George Monbiot redactó una columna en The Guardian titulada “If children lose contact with nature they won´t fight for it” en la que reclama: “¿Dónde están las marchas, las ocupaciones, las exigencias urgentes de cambio? Mientras las encuestas muestran que a la gran mayoría nos gustaría ver al planeta vivo y protegido, pocos están dispuestos a tomar medidas. Esto, creo, refleja una segunda crisis ambiental: la privación de los niños del mundo natural. Los jóvenes que iban a liderar la defensa de la naturaleza tienen cada vez menos que ver con ella.” Sin duda, hoy los jóvenes conocen las amenazas del calentamiento global y la crisis ambiental que sufre el planeta. Pero, ¿hasta qué punto el contacto con la naturaleza, físico, mental y emocional, nos hace conscientes de lo que está en riesgo?

Existen cada vez más iniciativas que promueven la educación de la primera infancia en contacto con la naturaleza. En Alemania el número de escuelas infantiles al aire libre es superior a 1000. El nombre que reciben estas escuelas es Waldkindergarten (escuela infantil del bosque) y se dirige a niños y niñas de 3 a 6 años. La primera escuela infantil al aire libre se fundó en 1968 en Wiesbaden, hoy en día existe una metodología y legislación muy bien desarrollada al respecto. En Iberoamerica, la iniciativa española Bosquescuela ha replicado esta metodología, integrándola con otras buenas prácticas, bajo el lema Learning in Nature y buscan promover la educación en la naturaleza. Las iniciativas, sin embargo, no son suficientes.

Estamos criando a la generación que debe revertir el cambio climático y nuestra herramienta más poderosa parece ser una tablet. Tal vez el primer paso esté en poder transmitir un entusiasmo genuino por la naturaleza, encontrando primero nuestra propia conexión con lo natural. Observar pájaros, coleccionar insectos, buscar rastros de animales, inventarlos. Cazar renacuajos, verlos convertirse en ranas y dejarlos ir, saltando. Incluso el antiguo cliché de buscar formas en las nubes puede ayudarnos a crear una conexión genuina con nuestro entorno, poder jugar en el bosque mientras que el bosque está.

Bibliografía:

[2] Burdette, Hillary L., M.D., M.S.; and Robert C. Whitaker, M.D, M.P.H. “Resurrecting Free Play in Young Children: Looking Beyond Fitness and Fatness to Attention, Affiliation and Affect.” © 2005 American Medical Association.
Fjortoft, I. (2004). Landscape as playscape: the effects of natural environments on children’s play and motor development. Children, Youth and Environments, 14(2), 21-44. This article is available online at: http://www.colorado.edu/journals/cye/index_issues.htm.

[1] Lovasi, G. S., Quinn, J. W., Neckerman, K. M., Perzanowski, M. S., & Rundle, A. (2008). “Children living in areas with more street trees have lower prevalence of asthma.” Journal of Epidemiology and Community Health, 62(7), 647-649. This study may be available in a library near you or can be purchased online at: http://jech.bmj.com/ (Volume 3)

Monbiot, George. “If children lose contact with nature they won´t fight for it” The Guardian. https://www.theguardian.com/commentisfree/2012/nov/19/children-lose-contact-with-nature

www. bosquescuela.com