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Las Lenguas Indígenas, Brasil y la UNESCO en 2019

También la historia de América es la historia de sus lenguas: que tenemos que lamentar cuando ya muertas, que tenemos que visitar y cuidar cuando enfermas, que podemos celebrar con alegres cantos de vida cuando son habladas.

(Bartomeu Meliá – Pasado, presente y futuro de la lengua guaraní – 2010, pg. 27)

En una de las lenguas guaraní, el hombre denomina a su hermana: (t)xereindy, algo así como “luz de mi vida”. Por su parte, la mujer llama a su hermano: (t)xekywy, en una traducción libre: ‘aquel que está siempre a mi lado”. Esas son algunas formas de marcar con léxico específico las relaciones entre hermanos según el género y lugar que ocupan. Sobre el tema, la antropóloga guaraní Sandra Benites comenta: “El hermano ampara y la hermana lo ilumina para que no se pierda en la oscuridad”.

Ese modo único de nombrar caracteriza a cada una de las 6.700 lenguas del mundo, de las cuales cinco mil son indígenas, la mayoría en riesgo de extinción. Cada una de ellas guarda un tesoro cultural: conocimientos sofisticados sobre el ecosistema, métodos de conservación, secretos para curar, misterios de la vida de las plantas, comportamientos de animales y de seres humanos, sistemas de clasificación, literatura oral, poesía, cantos, acumulados en miles de años, que precisan ser estudiados y compartidos con el mundo.

Sin embargo, según el irlandés David Crystal en La revolución del lenguaje, cada dos semanas desaparece una lengua, a un ritmo sin precedentes, lo que constituye un dato dramático y alarmante: “Una lengua comienza a desaparecer cuando a sus hablantes se les expulsa de sus tierras o cuando la comunidad, por esa y otras razones, pierde el deseo de preservarla. Si una lengua que nunca fue documentada muere, es como si jamás hubiera existido, porque no deja ningún vestigio”, dice Crystal.

All the world

Si el guaraní hablado en cuatro países desaparece del planeta, nadie llamará a su hermana “luz de mi vida”, porque esa forma poética de nombrar las relaciones fraternas desaparece también. La muerte de una lengua es tan catastrófica para la humanidad como la extinción de una planta o de un animal, porque con ella se pierden formas de entender el mundo.  

“La lengua es sagrada porque guarda el pensamiento de un pueblo. Si yo hablo en portugués, la palabra ‘casa’ me trae a la memoria una construcción con paredes, pero en mi lengua Yaathé se dice cetutxiá, que significa ‘lugar para sonreír, de paz, de alegría”, dice doña Taci, payé de Aguas Belas (PE), donde viven más de seis mil indios Fulniô. Muchos de ellos ya no usan la lengua que la payé, ya fallecida, insistía en usar siempre dentro de su cetutxiá. El portugués, como su segunda lengua, que aprendió en situación de conflicto, no le permite crear los sentidos poéticos y afectivos que compone en su lengua materna.  

¿Cómo impedir este glotofagia? La ONU celebra el 2019 como el Año Internacional de las Lenguas Indígenas, período en que la UNESCO promueve eventos en defensa de las llamadas “lenguas en peligro”, consideradas moribundas o anémicas, y dará su aval a gobiernos, organizaciones indígenas, universidades y centros de investigación para realizar actividades en por lo menos 90 países donde las lenguas indígenas son habladas por el 3% de la población mundial. Y ¿en Brasil?

Brazil out

Las lenguas indígenas, por años no reconocidas por las instancias de poder, fueron reprimidas o manipuladas en todo el continente americano a lo largo de su historia. Perdieron hablantes que tuvieron sus tierras usurpadas, sufrieron castigos físicos en la escuela para no usarlas, fueron humillados y presionados para avergonzarse de ellas. Más de mil lenguas habladas en Brasil fueron minorizadas, silenciadas y extintas en cinco siglos. El Estado brasileño solo cambió su discurso en la Constitución de 1988, al reconocer que los indígenas tienen derecho a usar sus lenguas originales como forma de ejercer su ciudadanía y etnicidad.

Ese Brasil que nunca se había considerado un país plurilingüe, ni siquiera sabía cuántas lenguas se hablaban en su territorio. En 2010, el Censo de IBGE contabilizó por primera vez 274 lenguas indígenas, a partir de la auto-declaración de los hablantes. Sin embargo, los lingüistas calculan que el número oscila entre 160 y 180, considerando que muchas pueden ser variedades de una misma lengua.

Desde entonces ha habido avances. Se capacitaron profesores indígenas para dar clases a 250.000 niños en más de 2.700 escuelas interculturales, la mayoría bilingües. En 2010 se creó el Inventario Nacional de la Diversidad Lingüística, permitiendo al IPHAN (Instituto do Patrimônio Histórico e Artístico Nacional) identificar algunas lenguas indígenas como “lenguas de referencia cultural brasileña”. Universidades, museos y centros de investigación desarrollaron proyectos para documentar las lenguas en peligro y algunos indios se graduaron en maestría y doctorado en lingüística.  

Sin embargo, la nueva corriente ideológica que tomó posesión a comienzos de 2019 pone en riesgo las conquistas de años pasados. El presidente, elegido con 57 millones de votos, anunció que revisará las demarcaciones de tierras, afirmó que la diversidad atenta contra la unidad nacional y que va a “proporcionar medios para que los indígenas se integren a la sociedad para que sean iguales a nosotros”. Es el Año Internacional de las Lenguas Indígenas, pero el gobierno, el Brasil oficial, parece estar fuera de la conmemoración.

Retroceso

Estimulados por el discurso glotofóbico, en Pernambuco, unos pistoleros invadieron la tierra Pankararú, el miércoles 26 de diciembre, e incendiaron la escuela indígena, la guardería y el puesto de salud. En Maranhão, el miércoles 19 de diciembre, una fuerza policial retiró 160 familias de indígenas Tremembé de sus tierras y con tractores destruyó las plantaciones cultivadas sin agrotóxicos. En Amazonas, el sábado 22 de diciembre, bandoleros armados atacaron la base de la Funai de protección a indígenas aislados en la Tierra Indígena Vale do Javari. En Mato Grosso do Sul, el martirio de los Guaraní-Kaiowá es permanente. Llama la atención el silencio de los grandes medios de comunicación, que solo con raras excepciones publicaron lo sucedido.

Mientras una parte de la humanidad avanza en dirección a la civilización, Brasil retrocede a la barbarie, a una suerte de escuadrón de la muerte formado por abanderados del período colonial, de la línea de Paulo de Frontin, presidente de la “Comisión del Cuarto Centenario del Descubrimiento de Brasil”, que en 1900 declaró en su discurso oficial de apertura de las conmemoraciones: “Brasil no es el indio; los silvícolas, dispersos, que todavía abundan en nuestras majestuosas florestas y en nada difieren de sus ascendentes de 400 años atrás; no son ni pueden ser considerados parte integrante de nuestra nacionalidad; a esta cabe asimilarlos y, si no lo consigue, eliminarlos”.

Ese discurso oscurantista y genocida afloró en la dictadura militar de 1964. Años después, uno de los ministros, Delfim Netto, fue sindicado de recibir 15 millones de reales en sobornos relacionados a la construcción de la Usina de Belo Monte, y el 9 de marzo de 2018 fue objeto de búsqueda y aprehensión en el marco de la Operación Lava Jato. Para retribuir la coima, trató a las lenguas indígenas con desprecio, en entrevista con la revista Veja: “Vea el caso del complejo hidroeléctrico Belo Monte, en el Río Xingú. Por más noble que sea la cuestión indígena, es absurdo exigirle a los inversionistas que reduzcan a la mitad la potencia de la energía prevista en un proyecto gigantesco, solamente porque doce indios cocorocós viven en la región y un jesuita quiere publicar la gramática cocorocó en alemán”.

Ese es el espíritu que ha parecido resurgir: truculencia, burla, ignorancia. El movimiento indígena y los “doce indios cocorocós” ya están organizándose para celebrar, por cuenta propia, la defensa de sus lenguas y de sus territorios. La resistencia continúa. Somos millones de cocorocós, los indios y sus aliados.

P.D. El historiador mexicano Miguel León Portilla escribió en lengua náhuatl un bello poema Ihcuac tlahtolli ye miqui, cuya versión al portugués, “Quando morre uma língua”, publicamos en 2016. En el Año Internacional de las Lenguas Indígenas le pedimos permiso al autor para resucitar las lenguas en esta otra versión:

CUANDO VIVE UNA LENGUA

Cuando vive una lengua

se reflejan en ella

como en un espejo

las cosas divinas y el universo:

estrellas, sol y luna;

las cosas humanas:

pensar, sentir, amar.

Cuando vive una lengua

todo lo que hay en el mundo,

mares y ríos,

animales y plantas

se piensan y se dicen

con susurros y sonidos

que ya no existen.

Cuando una lengua está viva

se abren, entonces,

a todos los pueblos del mundo

una ventana, una puerta,

un asomarse

de modo distinto

a cuanto es ser y vida en la tierra.

Cuando una lengua está viva

Sus hablantes

Logran renovar

sus palabras de amor,

sus entonaciones de dolor y querencia,

o tal vez sus viejos cantos,

sus historias, discursos, preces.

Pero cuando muere una lengua,

Ah! cuando muere una lengua,

la memoria se apaga.

Espejos para siempre quebrados,

sombra de voces

para siempre acalladas:

la humanidad se empobrece.