Las sociedades democráticas nos jugamos nuestro futuro en el modo como seamos capaces de promover el saber, organizarlo y ponerlo a disposición de las personas y de las decisiones colectivas.
Daniel Innerarity
La biblioteca, en palabras de Daniel Innerarity, es una institución viva y por eso puede alterar su función y cambiar según las exigencias sociales que se presenten. Esta idea queda latente en mí, porque no solo describe el día a día de un espacio de lectura, sino también la posiciona de manera activa señalando su camino a seguir en el futuro.
Como fundadora de una escuela, mi interés por acercar los libros a los niños y fomentar su gusto por la lectura me llevó a gestar un espacio que disponga de libros para los niños y que este sea el centro de toda la escuela, la cual concibo sobre todo como un foco cultural, una idea básica pero también retadora. No pensé en una biblioteca propiamente dicha debido a sus exigencias, sino más bien en una sala de lectura; espacios hermanos en su objetivo: facilitar el acceso a libros.
El nombre del lugar, Sala de Lectura Vallecito, quería rememorar a un insigne poeta infantil para lucir su relación con la literatura en su máxima expresión. Poco a poco los retos fueron surgiendo, tal como los ha explicado bien Innerarity.
Un espacio de este tipo requería libros que en su momento no fueron sencillos de adquirir, teníamos una oferta limitada en las librerías y por ello nuestra primera función fue tanto la búsqueda como la selección. Es difícil separar ambas tareas, toda adquisición supone una mirada crítica. En este sentido, el primer reto que tuvimos, y que todavía es constante, es que por muy pequeño que sea el universo de lectura al cual uno se acerca es preciso desarrollar un sentido crítico para ofrecer a los visitantes o lectores una experiencia fructífera, más cuando son menores de edad. Hacia el futuro hemos visto que la necesidad de personal con conocimientos de teoría, experiencia lectora y actualización se hace más apremiante, toda vez que la oferta editorial crece y lo comercial a veces oculta obras más modestas en cuanto a promoción y publicidad, pero de mejor calidad artística.
Hoy contamos con una destacada colección de libros para niños de la primera infancia y hasta los 10 años que es fruto de nuestro esfuerzo para desarrollar una ecología de tiempo para nuestros docentes y lectores. Sin embargo, el reto será mayor en cuanto a que los lectores crecen y la oferta editorial también.
Otro aspecto resaltado por Innerarity es esa contradicción de la biblioteca como espacio de vida y muerte, esto de por sí es un desafío que surge a la par que se conquistan lectores. En nuestro caso, la Sala de Lectura Vallecito nunca se planteó como un “cementerio” que aloje libros, nuestro público infantil siempre fue exigente con darle vida a la lectura, los libros inundan los espacios de la escuela para ser tocados, releídos y envejecer en las manos de sus pequeños lectores. La oralidad ha sido nuestro primer instrumento para hacerlo. Evelio Cabrejo menciona que los bebés se hacen seres del lenguaje a través de la voz de su madre, la que los envuelve con palabras llenas de musicalidad; por ello en nuestras salas de lectura la oralidad es indispensable; creemos que escuchar es una de las primeras formas de leer, la poesía, la canción, la narración oral toman relevancia en nuestra sala de lectura.
Yolanda Reyes nos dice que es el cuerpo de la madre el primer libro abierto que los niños leen: gestos, tonos corporales que se presentan como lecturas para interpretar. Por tal razón, consideramos, por ejemplo, las manifestaciones teatrales como libros sin páginas que acercamos a nuestros usuarios.
Las actividades de narración, de teatro y canción se convierten en la manera de llevar el texto a los prelectores (niños) y conquistarlos. En mi opinión, este reto es vital para el futuro, la cultura escrita cada vez más requiere del apoyo de la oralidad, de esa “vida afuera de la biblioteca” (biblioteca donde se exige el silencio); vida que busca también congregar, compartir. Este reto debe vencer la concepción no solo de los responsables de estos espacios que consideran que la biblioteca es casi un almacén o museo para exponer, sino también de lectores que muchas veces se refugian en los libros para aislarse. Aquí vuelvo al punto de partida: considerar la biblioteca (y espacios similares) como una institución viva no solo a nivel de trabajo operativo, sino también crear experiencias lectoras que estimulen lectores sociales, que nos permitan leer el mundo; un ejemplo de ello es la Biblioteca Vasconcelos en México.
Por último, un reto que ya no se puede concebir en el futuro sino que resulta cada vez más urgente es enfrentamos ahora a la presencia de la tecnología y la virtualidad. Innerarity señala que “en el mundo de las posibilidades infinitas sigue habiendo limitaciones de distinto tipo y por eso se necesitan lugares en los que la literatura más usada, con todo lo controvertido que esto pueda resultar, sea fácilmente disponible en forma de libro”[1]; esta verdad es preciso mantenerla en épocas en las que la digitalización parece ser la bandera de lo innovador.
En nuestro caso, la Sala de Lectura Vallecito ha buscado crear experiencias que relacionen al niño con el libro de formas lúdicas, cotidianas, sencillas, nada forzadas. Acercar a los pequeños a experiencias estéticas es indispensable en este proceso de formación del lector, y para lograrlo ha sido esencial vincular el arte en todas sus manifestaciones. La presencia de libros físicos es indispensable, de diversos formatos y variadas temáticas; hemos elaborado versiones de gran tamaño para que el impacto sea mayor, también hemos realizado exposiciones de libros, de carteles, ya que creemos en la alfabetización visual como prelectura. Considero que lo virtual puede convivir con lo físico, si bien ambas poseen sus ventajas y desventajas: la humanidad de un niño, su espíritu y forma de ver el mundo requiere tocar, palpar, ver el libro como objeto antes que como representación virtual. Tenemos “libros apps”, libros que añaden lo virtual a su materialidad, pero lo primero queda como accesorio, como algo extra.
En este sentido, podría decir que lo virtual puede ser útil para vencer ” la pérdida y corrupción a la que el texto físico se enfrenta”[2], tal como señala Innerarity, ya que permite la búsqueda y el acceso más rápido, pero lo que no puede lograr es crear una experiencia estética real. El reto aquí, a mi parecer, al menos por el desarrollo tecnológico actual, es no pensar que por virtualizar una biblioteca ya se hace más “accesible”. Lo principal es que la biblioteca sea generadora de lectores que accedan a la cultura en general, una biblioteca debe proponer diversas lecturas, leer el mundo, lectura real y cotidiana. Es así como los mediadores y promotores que dominen estos conceptos amplios de leer y se apoyen en realidades físicas y virtuales para crear herramientas y actividades vitales para los futuros lectores harán posible “una transformación de las bibliotecas que garantizará su presencia”.
[1] Innerarity, D. (2013) El futuro de las bibliotecas y el oficio bibliotecario: ASNABI: Revista TK (Recuperado el 10 de setiembre de 2016 de http://www.asnabi.com/revista/tk25/innerarity2.pdf)