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El reto de la medición y las industrias culturales y creativas

Autor
Coordinación Comunicaciones
Data
5 novembro, 2016

Por: Andy C Pratt

Profesor de Cultura, Medios y Economía en el King’s College de Londres.

Introducción

Muchas personas encuentran aburridas las estadísticas, y posiblemente aún más de lo normal con respecto a las del sector cultural. Para muchos, esta inquietud se ve incrementada por una profunda sospecha que el propio intento de medir las actividades culturales y creativas pasa por alto justamente los valores que ellas representan. Aunque comparto estas preocupaciones y acepto que las estadísticas culturales son solo parte de la historia, quisiera discutir sobre el por qué necesitamos interesarnos y preocuparnos sobre las estadísticas culturales. Déjenme darles un ejemplo bien ilustrativo.

Todos sabemos que los juegos por computadora se han convertido en un fenómeno cultural; pudiéramos estar en desacuerdo sobre su valor cultural, pero deberíamos aceptar que son parte del ecosistema de las industrias culturales y creativas. La gente se percata que la industria de los juegos por computadora es uno de los grandes contribuyentes de la balanza de pagos de los Estados Unidos de América, más que la industria cinematográfica (en 2006, 7 mil millones de dólares en ventas anuales, y 15% por crecimiento anual). Así, existe una muy buena razón –al menos en términos económicos– para tomar en serio a los juegos por computadora, y por extensión a las ICC.

Sin embargo, en los Estados Unidos de América y en la mayoría de los países los juegos por computadora difícilmente figuran en la agenda política. Claramente, el elitismo cultural es una de las razones; otra de ellas es que solo hasta hace poco la industria de juegos por computadora no existía oficialmente. Por supuesto, sabemos que la propia industria tiene tan solo 20 años de existencia, pero si usted observa las estadísticas oficiales del gobierno del año 2000, incluso las de los Estados Unidos de América, no la encontraría listada allí. En otras palabras, los estadísticos la empaquetaron junto a otras actividades que eran difíciles de clasificar o que no tenían un código de clasificación industrial.

Estoy seguro que los mismos problemas acosan el nacimiento de las industrias química e informática. Sin embargo, estas no tenían la carga añadida de no ser consideradas por la gente como industrias “verdaderas” o de ser consideradas como actividades frívolas. Claramente tienen que cambiar tanto las actitudes como la compilación de información. Un informe del 2006 sobre las industrias creativas en Europa destacó que estas industrias emplearon más trabajadores que las industrias química y automotriz unidas. Este informe y otros como este han abierto el debate acerca de las Industrias Creativas y Culturales (ICC). En esta ocasión los políticos han estado más interesados.

¿Por qué existe un problema?

Existen buenas razones para explicar por qué el crecimiento de las ICC no ha sido debidamente informado. En primer lugar, y obviamente, estas industrias pasaron de ser actividades menores hasta convertirse en su mayoría en contribuyentes importantes del empleo y de la riqueza nacional. La información que a la fecha ha sido compilada no solo indica su participación en la actividad económica, sino también sobre la tasa de crecimiento, que excede a la de la mayoría de las demás actividades.

En segundo lugar, la velocidad del cambio constituye un problema. A los estadísticos les gusta generar series temporales de datos de forma que podamos ver el cambio en el tiempo de forma constante. Esto significa que se debe mantener estable el marco de medición; la paradoja radica en que se pasan por alto algunas de las cosas que justamente se desean capturar: el cambio. En tercer lugar, hace una década o más muchas industrias simplemente no existían, nadie pensó en medirlas ni en compilar información alguna: no era eficiente desde el punto de vista de costos.

En cuarto lugar, ¿qué se mide? Una cosa que conocemos acerca de las ICC es la digitalización. Este es el aspecto más reciente de los cambios radicales en la forma como se hacen y usan las cosas. La tradición para aquellos que miden el intercambio comercial de bienes viene representada por el uso del peso como una medida predeterminada. En la economía analógica esto está bien: x toneladas métricas de partes de maquinaria. Sin embargo, lo anterior trae como resultado la anomalía de que medimos el intercambio comercial de CDs con base en el peso; un intercambio comercial que desapareció completamente con la llegada de las transacciones en línea. Así mismo, no existe medición formal para la importación y exportación de las ganancias provenientes de los derechos de autor. Visto esto, sí tenemos un verdadero problema. Todos estos temas conspiran a favor de informar de manera deficiente acerca de la contribución de las ICC a la vida económica, o a favor de ‘borrarla’. Sin embargo, se han dado algunos pasos para resolver esta situación.

Definiciones

Las definiciones siempre son difíciles, y la definición de cultura es especialmente problemática. Luego de muchas discusiones se ha llegado a un consenso alrededor de la idea amplia sobre el ecosistema de las ICC abordado en un artículo anterior: esto simplemente apunta a que todas las actividades requieren inventar, hacer, distribuir y utilizar un artefacto cultural (material o virtual). El Marco de Estadísticas Culturales de la UNESCO describe esto.

Resulta útil entender los ‘antecedentes’ de este concepto. La idea surge en la década de 1940 con la ‘Industria Cultural’ de Adorno y Horkheimer, que fue considerada por ellos como anti-cultura. En la década de 1970 los académicos franceses desarrollaron una idea positiva sobre las ‘industrias culturales’. Plural y diversa, pero ni buena ni mala desde una óptica moral. Los organismos culturales de Australia, Canadá y Nueva Zelanda trataron de definir con mayor precisión este sector y de invertir en la compilación de información. A finales de la década de 1990 – y en medio de mucha publicidad – el gobierno del Reino Unido desarrolló la idea y la renombró como ‘industrias creativas’, haciendo énfasis en su contenido de de derechos de propiedad intelectual (pero sin medirlo). Esta idea así como las 13 industrias designadas, han ganado mucha popularidad. El Marco de la UNESCO adopta esta idea, aunque la amplía para incluir tanto al sector público como a los elementos de producción de la cultura. El punto crítico consiste en que la definición está arraigada en un concepto – el ecosistema – y que este es suficientemente rígido a efectos de las series temporales, pero suficientemente flexible para acomodarse a las variaciones y cambios locales.

En años recientes, la tarea ha sido implementar realmente la medición fuera de las economías más ricas. Esto es difícil desde el punto de vista político; si a las naciones desarrolladas les resulta difícil ver el valor de la cultura, entonces las naciones en vías de desarrollo, con pocos recursos para gastar en la compilación de información costosa, requieren de mucha más persuasión. Sin embargo, el informe sobre economía creativa de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (CNUCYD) ha señalado que las economías en vías de desarrollo tienen efectivamente mucho que ganar a partir del desarrollo de sus propias ICC.

¿Qué debe y puede ser medido?

Se ha hecho mucho progreso. Intelectualmente hablando, los conceptos han sido perfeccionados y se ha llegado a acuerdos sobre los marcos de información. Ha empezado a surgir un conjunto significativo de estudios nacionales y regionales. Como podrá apreciarse, estos estudios tienen que ser rigurosos y estandarizados, pero también lo suficientemente flexibles como para poder lidiar con el cambio. Sin embargo, los marcos y los conceptos constituyen un paso, pero las mediciones propiamente dichas son otro. Dejando de lado los retos administrativos, existen problemas prácticos. Aunque podamos definir digamos, por ejemplo, a la industria cinematográfica y sus sistemas de apoyo, ¿qué podemos medir? Podemos observar los mercados laborales, la medición de la ocupación, el género, edad, pago y entrenamiento. Podemos observar las industrias, no solo el empleo (por parte de los creadores y administradores), sino también el producto resultante, la facturación y la inversión en infraestructura. A pesar que la OMPI ha llevado a cabo estudios ejemplares, resulta más difícil poder descubrir los derechos de propiedad intelectual así como las ganancias. Otros temas a examinar son la distribución en el espacio y las formas de organización. Estos indicadores pueden hablarnos acerca de la concentración y la dispersión: organizativa y espacial. Por mucho tiempo los debates en cuanto a las ICC se han concentrado en el tema de los monopolios. En un informe de la CERLALC puede conseguirse un examen detallado sobre cómo llevar a cabo dicha medición .

Sin embargo, estos informes de trazado reducen nuestro marco de referencia a la esfera económica o social. ¿Y qué decimos del significado de medición? Una medida popular consiste en observar el uso del tiempo, que constituye un útil reemplazo para la forma en que la gente distribuye su ‘tiempo cultural’. Más allá de esto, los retos del bien social o cultural (o de cualquier otro tipo) derivados de la actividad cultural son mucho más complejos y no apropiados para encuestas estándar.

¿Qué sigue?

La legitimidad de la información cultural es esencial: dentro del sector de las ICC y más allá de este. La información proveniente de la propia industria tiende a ser parcial o enfocada en intereses sectoriales asociados al mercadeo, así como sensible desde el punto de vista comercial. La información de los grupos de interés de las ICC (tanto públicos como privados) es descartada frecuentemente por defender parcialidades. El único camino a seguir es recurrir a los organismos gubernamentales que manejan las estadísticas y trabajar con ellos. Solo entonces se podrá confiar en la información suministrada.

Como ya he sugerido, las limitaciones radican principalmente en la voluntad de los políticos y de los paladines del sector, así como en los recursos. Es una situación tipo la del ‘huevo y la gallina’: no se podrán asignar recursos cuantiosos a este ejercicio hasta que no se aprecie el valor local de las ICC. Sin embargo, el hecho que constituye una tarea que resulta posible en la práctica y que otros países o regiones la han llevado a cabo, deben crear un impulso hacia adelante.

Lo anterior no constituye una compilación de información por sí misma, o para ganar puntos desde el punto de vista político. Una mayor comprensión de la dinámica del sector nos ayudará a entender el cambiante rol de las ICC, y esperamos que proporcione una base de información – no prejuicios ni ignorancia – a partir de la cual todos podamos discutir sobre nuestras distintas prioridades.

El legado de los estudios que se han llevado a cabo radica en la inversión en un análisis más detallado y en el reconocimiento de la necesidad de información cualitativa para complementar la cuantitativa. Particularmente existe ahora una discusión muy activa sobre los procesos que apoyan y sostienen las ICC, o sobre aquellos que las obstaculizan. Este es el tipo de información y de debate que se necesita para participar activamente en la formulación de políticas dentro de este nuevo campo.