Por: Andy C Pratt
Profesor de Cultura, Medios y Economía en el King’s College de Londres.
Introducción
Neil Armstrong, el primer hombre en caminar sobre la luna, murió recientemente. Luego vinieron los obituarios y los comentarios; él era una estrella, un héroe. Sin embargo, no podemos ver a Armstrong de forma separada con respecto a sus colegas astronautas, así como al inmenso ejército de técnicos que se encuentran por detrás de la sala de control de la misión. Comprendemos que cada uno tenía una función, irremplazable y crucial, para hacer posible ese ‘pequeño primer paso’. En el campo de las industrias creativas resulta más difícil ver las cosas como un esfuerzo colectivo, más aún en el caso de aquellas que son coproducciones; sin embargo, deberíamos verlas de esa forma. En parte debido al artificio que mantiene ‘detrás de cámara’ a tantas actividades, literal y figurativamente hablando. Tomando como ejemplo la literatura, en nuestra mente vemos a la autora sentada sola frente a su escritorio. Tendemos a suprimir los procesos a través de los cuales ella comercializa el derecho de reproducir la historia con una editorial que publica, distribuye y vende los libros. Por otra parte, los editores, agentes, diseñadores, componedores y publicistas que desempeñan funciones para darle forma al ‘producto’ tienden a no llamar nuestra atención.
Este es el punto que he tocado en artículos previos dentro de esta serie: la producción cultural es una actividad que supone a varios participantes dándole forma al producto cultural. Debido a la gama de actividades emocionales, estéticas, comerciales y regulatorias que conforman el ecosistema cultural considero que necesitamos entender las características y dinámica si queremos que los creadores, autores y fabricantes no vean disminuidos, subvertidos o pobremente remunerados sus aportes. Por lo tanto, debemos concentrarnos aquí en el ecosistema de las industrias creativas. Se trata de un ecosistema, no de una industria, ni de una cadena de producción, porque es difuso y no lineal. Por otra parte, y manteniendo la analogía orgánica, dicho ecosistema es autosuficiente y adaptativo.
Características del ecosistema
Amplitud y Profundidad
El ecosistema de las industrias creativas es único para todas y cada una de las industrias creativas, y es el espacio de intersección organizacional de dichas industrias. Sin embargo, podemos extraer de él tres características. La primera de estas tiene que ver con el hecho que las industrias creativas pueden ser vistas en dos dimensiones: profundidad y amplitud. La profundidad es el punto que ya hemos tocado con anterioridad, y que tiene que ver con que el artista es solo una parte, una muy importante, dentro de un proceso más amplio del que solo una parte resulta ser ‘creativa’, y la otra puede ser más bien ‘aburrida y repetitiva’, como por ejemplo la impresión de libros. Pero sin todas estas partes el autor no puede funcionar y el libro no existe: son partes que integran un todo. La imprenta no tendría trabajo si no fuera por el autor, y viceversa. La idea de amplitud tiene que ver con cuáles industrias usted decide incluir en ese sobre denominado industrias creativas. Resulta vital que estos límites sean permeables y negociables; así es como se desarrolla la cultura. Por otra parte, lo que tiene importancia desde el punto de vista cultural varía de lugar en lugar, así como en el tiempo. Para algunos existen formas occidentales de música, literatura, artes plásticas y bellas artes. Para otros, podrían ser películas, fotografías, nuevos medios de comunicación, música popular, dibujos animados; o de nuevo, una artesanía en particular o una actividad culinaria. Ninguna sociedad es el árbitro definitivo de la ‘cultura verdadera’: este es un tema en expansión y que suscita debate (como un campo magnético) que no cuenta con una demarcación firme. Por supuesto que puede resultar útil decir que en la mayoría de los casos debe incluirse a un grupo de industrias dentro de una definición; pero la realidad de la creatividad y del cambio constituye un animado debate sobre límites.
Organización
La segunda característica tiene que ver con la organización. Las industrias tradicionales tienden a presentar una estructura piramidal, una o dos compañías grandes, otras más de medianas dimensiones, y muchas compañías pequeñas. El sector cultural tiende a caracterizarse por lo que se ha denominado como ‘un sector medio faltante’: es decir, las pequeñas y medianas empresas se encuentran subrepresentadas o ausentes. Lo que queda son las megacorporaciones y las microempresas o los trabajadores independientes. Esto es importante porque resalta una debilidad estratégica dentro del sector: la mediación entre las empresas pequeñas y las grandes. En su condición de autor, ¿cómo negocia directamente con una editorial mundial? Por supuesto, aquí es donde los agentes y similares intervienen; pero ellos también tienden a ser muy pequeños. Aquí resultan claramente importantes los temas relacionados con el poder, el control y la representación.
Un aspecto adicional tiene que ver con la organización de las industrias creativas; las empresas tienden a ser transitorias, frecuentemente formadas como vehículos temporales para hacer posible ciertos proyectos que en sí son de corto plazo. Dentro de los análisis económicos tradicionales los estadísticos toman en cuenta a las ‘empresas’ y evalúan la salud de una economía con base en las tasas de creación y extinción de empresas. Es claro que cuando se trata de observar a las industrias creativas, los economistas son susceptibles de formular conclusiones inadecuadas. Por otra parte, las industrias creativas vistas como una actividad económica, se encuentran insertas en un ambiente estético y afectivo; igualmente existe una interacción constante entre la esfera informal y el sector sin fines de lucro. Al excluir estos factores de los análisis se tergiversa la práctica creativa y se explica pobremente acerca de las actividades creativas y sus procesos laborales.
Finalmente, con respecto al punto de la organización, el riesgo constituye una parte fundamental en la vida cotidiana del ecosistema creativo. Las industrias creativas tienen que asumir riesgos, ya que en ello radica el éxito (la siguiente nueva idea), a pesar que nadie sabe cuál será la siguiente nueva idea, ni tampoco si a alguien le gustará o si la entenderá. Las investigaciones de mercado tienden a no trabajar muy bien en este sector. Si en el 2006 un investigador le hubiera preguntado si era probable que usted comprara un iPhone en el 2007 –momento en que fue lanzado– a usted no le habría sido posible dar una respuesta. Las industrias creativas redefinen nuestro mundo. Lo que las industrias creativas saben es que para sobrevivir usted tiene que tener un enfoque diversificado para compensar los riesgos. Para ponerlo de otra forma, usted nunca tendrá éxito a menos que cometa errores. Esto hace que los planes de negocios dentro de la economía creativa resulten un poco extraños para los bancos y contadores comunes, y mucho más para las oficinas gubernamentales.
Mercados laborales
Los artistas no suelen aparecerse todos a trabajar a las 9 a.m. o a perforar sus tarjetas en una fábrica. Ellos tienden a trabajar por su cuenta, o se mueven de proyecto en proyecto. El gran éxito y ventaja de trabajar en un proyecto es ese conjunto de habilidades excepcionales reunidas en torno a un objetivo particular. Para el trabajador creativo, el proyecto puede ser un excelente medio de obtener una experiencia distinta. Lo anterior parece ser una excelente idea: individuos insertos dentro de un colectivo. Sin embargo existen algunos inconvenientes. Tal y como ocurre con los abogados, los artistas solo pueden cargar ‘horas facturables’; a diferencia de los abogados, ¡ellos raramente piden honorarios astronómicos! Por lo tanto, todos los pagos por concepto de capacitación y de seguridad social recaen en el individuo. En general, esto significa que no se pagan las pensiones y que nunca se toman los reposos por enfermedad. La capacitación usualmente se lleva a cabo ‘durante el trabajo’. Para aquellos que ingresan al sector creativo existe la figura de la ‘pasantía’: para muchos esto significa trabajar de gratis hasta dos años (ganando experiencia, sin la cual usted nunca conseguirá trabajo) con la esperanza de obtener a futuro un trabajo remunerado. En tal sentido, no resulta sorprendente que la mano de obra del sector creativo (establecido) se encuentre dominada por hombres blancos, jóvenes, ricos y sin hijos.
Consecuencias
El mundo de las industrias creativas es diferente. La representación del mismo –el escritor o el músico popular– es solamente la punta del iceberg. Existe una enorme industria de ‘apoyo’ que se encuentra detrás de cámara. Algunas veces, esta apoya menos y define más: tal y como puede apreciarse en el caso de las corporaciones mundiales que buscan administrar sus activos.
Si ignoramos el complejo ecosistema creativo socavamos nuestros recursos intelectuales o argumentales para apoyar los derechos de los creadores. Esos derechos, que pudiéramos ver como derecho de autor, regalías o propiedad intelectual, están en sí mismos ligados a las vidas y a la organización del sector creativo. Dado que solemos ver el trabajo creativo como ‘propiedad’ de los creadores, resulta aún más complejo el planteamiento de ¿en qué medida estos deberían renunciar a tales derechos de control? ¿Cómo resolvemos los vínculos emocionales que se dan con una obra de arte, con el valor económico asignado a una transacción?
Los acuerdos de naturaleza legal parecen fríos y abstractos, pero para que estos funcionen deben relacionarse con la cultura viva, con la gente y con las ideas que dichos acuerdos deberían proteger. Tal y como ocurre con el ecosistema creativo, las ideas y prácticas están insertas en lugares, culturas y momentos. Si estas quieren ser significativas deben comunicarse con todo.
En posteriores artículos revisaré por qué este proceso de inserción o de agrupación, como algunos lo llaman, constituye una parte crítica de la práctica cultural; y de qué forma el mismo plantea igualmente los puntos sobre quién es el dueño de las ideas locales que están ‘en el aire’. Igualmente analizaré a la luz de los temas discutidos en este artículo, de qué forma necesitamos replantearnos las herramientas de política si queremos llevar a cabo intervenciones satisfactorias en el sector creativo. Sin embargo, en el siguiente artículo haré mención al tema de la medición de las industrias creativas, y a los problemas y soluciones que la misma plantea.