Rafael Tovar y de Teresa, primer secretario de Cultura de México, falleció la madrugada de este sábado en el Hospital Central Militar de la Ciudad de México. Tenía 62 años. El político, historiador y diplomático inició su trayectoria como gestor cultural en los años noventa, durante el sexenio de Carlos Salinas. Su carrera culminó con el cargo de la secretaría que el presidente Enrique Peña Nieto creó por decreto en diciembre de 2015.
El jueves por la noche, la Secretaría de Cultura informó de que el funcionario había ingresado en el Hospital Central Militar de México. El vocero de la institución confirmó este sábado que antes de eso el funcionario estuvo ingresado 14 días en un hospital de Phoenix, Arizona. El deterioro de la salud de Tovar y de Teresa se debió a un cáncer de médula ósea. Esto lo había mantenido alejado de las actividades públicas durante semanas. Su última aparición en público fue el 19 de octubre y le impidió, entre otras actividades, asistir a la inauguración de la trigésima edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
A excepción de su paso por la embajada de México en Roma (2001-2007), Tovar dedicó su vida a la cultura. Abogado con estudios de Historia en la Sorbona, fue nombrado en 1991 director del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) por el presidente Carlos Salinas. En ese periodo, Tovar reinauguró el Auditorio Nacional, que había estado 18 meses cerrado por las remodelaciones dirigidas por Abraham Zabludowsky y Teodoro González de León.
Sus gestiones como abogado lo hicieron el segundo director del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el órgano creado por Salinas en 1988 para dirigir la política cultural en México. Antes de eso, toda la administración del patrimonio recaía en la Secretaría de Educación Pública. En ocho años al frente de Conaculta, Tovar ideó el camino de la gestión cultural moderna hasta que el PAN llegó al poder en el año 2000.
Tovar dirigió brevemente la organización de los festejos del Bicentenario de la Independencia en 2010 durante la presidencia de Felipe Calderón. Pero el retorno del PRI significó también su vuelta a la primera fila de la política cultural. A su retorno, el funcionario se encontró al frente de un aparato que administra un presupuesto de más de 800 millones de dólares y el sexto patrimonio cultural más importante del mundo, el cuarto más importante documental y que opera 1.200 museos y 22.000 bibliotecas
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