menu

Economía Creativa y Desarrollo

Autor
Coordinación Comunicaciones
Fecha
5 noviembre, 2016

Andy C Pratt

Enero de 2013

Después de eludir la guerra, el hambre y la enfermedad a la mayoría de personas les gustaría alcanzar el desarrollo económico y social, y la cultura.

Algunos podrían afirmar que con ésta última podría llegarse a lo primero, podría decirse que la cultura y el desarrollo constituyen “la alianza soñada”; pocos discutirían esto.

Así como la noción de “ciudad creativa”, la vinculación de cultura y desarrollo produce un gran “efecto de bienestar”, pero también presenta una serie de obstáculos.

Suele haber una tensión o contradicción, entre los objetivos y los procesos de la cultura y el desarrollo económico: lo cual no constituye un problema fundamental, puesto que es considerado un tema superable.

Valores intrínsecos y económicos

En parte el problema es que la economía creativa no puede ser reducida simplemente a una dimensión: podemos señalar tres formas de ver esto.

En primer lugar, como valor cultural intrínseco separado de los valores económicos. En segundo lugar, un valor económico relacionado solo parcialmente con valores culturales. Y en tercer lugar, como un instrumento para lograr otros fines (económicos, sociales o políticos). Podría decirse que es este último el que ha dominado los debates sobre (cultura y desarrollo).

Quienes trabajan en temas de desarrollo son muy conscientes del poder de la cultura, en su primer sentido, el intrínseco, usualmente asociado con la identidad individual o colectiva, para atraer o movilizar personas. Un festival podría ser organizado con el objeto de transmitir información importante acerca de un nuevo plan de saneamiento; los proyectos culturales podrían utilizarse para la recaudación de fondos, o, usados para hacer sentir mejor a las personas consigo mismas o con el proyecto. Si miramos a los portavoces claves del movimiento del desarrollo, Sen por ejemplo, o incluso Freire, invocan esta forma de cultura. En principio no hay nada equivocado en esto, solo a medida que reconocemos las limitaciones, lo que se puede y lo que no se puede lograr. Necesariamente no tendremos como resultado ni excelencia cultural, ni industrias creativas económicamente exitosas. Ni debe esperarse eso. Sin embargo, las palabras cultura y desarrollo se unen en el discurso popular y las diferencias (propósitos, objetivos y fundamentos) de políticos profesionales se pierden. Así, un proyecto cultural es reducido a un caso de instrumentalización. El sector cultural se queja, y manifiesta necesitar más apoyo, pero la respuesta que encuentra es “miren todo el dinero que invertimos en proyectos culturales”.

Este no es el resultado perseguido, pero si puede surgir como resultado de la falta de claridad y de la tendencia de sobrecargar proyectos con múltiples objetivos. Debe señalarse que el uso instrumental de los bienes culturales es muy efectivo: facilita el desarrollo, la movilización social y estimula la actividad económica en general ( lo económico no cultural). Por otra parte, la participación cultural tiene un efecto muy positivo en la salud y en el bienestar humano, en la identidad y cohesión de la comunidad. El paso importante es tener la claridad para proponer metas y objetivos, y usar términos apropiados para evaluar este tipo de proyectos.

La relación entre los factores de cultura intrínsecos y económicos también es tensa. Por una parte, estamos familiarizados con la subvaloración de la cultura, y por consiguiente la tendencia de disminuir el valor de las cosas (culturales), lo que conlleva a la potencial negligencia o pérdida del patrimonio cultural. Por la otra, el incremento de recursos culturales (esto es,, la disponibilidad de un capital de ideas que podrán aplicarse para el futuro desarrollo)) estimula la innovación económica.

Podríamos no estar demasiado preocupados, si un sabor de gaseosa saca a otra del mercado; pero si nos preocupa si perdemos aspectos de una cultura indígena.

El hecho de que los valores culturales se entrelacen con los económicos constituye a la vez su fuerza y debilidad. Es en este límite que se encuentran los temas más apremiantes de preocupación.

Lo global y lo local

Me referí en el artículo pasado a que la creación de capacidades locales constituye una respuesta importante a la interacción más reciente de la economía cultural global, para garantizar que la identidad cultural local y la auto-sostentabilidad económica pudieran lograrse. Si bien la capacidad local es necesaria, no es una estrategia suficiente. El reto proviene del comercio mundial y de las asimetrías estructurales del poder económico. La economía creativa tiene algunas características económicas particulares que presentan desafíos en su manejo, que difieren de otras industrias. Debido a las características culturales que se extienden más allá del campo económico, hay algunas consecuencias no intencionadas de enfoques genéricos que se tienen que abordar.

Muchas actividades en la economía creativa dependen de la generación de una idea original que luego genera una ‘renta’ por el acceso o uso de la idea: la idea se materializa en rendimiento, experiencia o un producto físico. Gran parte de la regulación y de aspectos económicos de la economía creativa, se asimilan a las mercancías físicas regulares; por lo general se espera que en la economía creativa los materiales físicos del producto sean mucho menos que la “idea” que se materializa en el producto. Piénsese en el plástico del CD y la música contenida en él. Los costos de reproducción masiva son relativamente bajos, por unidad, pero la ‘renta’ (en forma de regalías) es la misma en la primera como con la versión millonésima: así, las industrias creativas son casi un monopolio natural.

Tres retos

Esta forma de organización cuando se combina con la cultura produce tres tipos de desafíos. Primero, que hay una enorme ventaja para ser el primero en entrar en un nuevo mercado/campo. No sólo obtiene beneficio de la novedad, sino de la tendencia al monopolio que implica significativos resultados en los ingresos, que pueden invertirse en la obtención de la producción en masa y el control de la distribución. Productos posteriores tienen una ruta mucho más fácil hacia el mercado; y los competidores son una desventaja significativa. Sabemos que las condiciones del colonialismo produjeron una situación de súper-monopolios para algunas empresas, combinado con el monopolio ‘natural’ hace que sea un reto considerable: económico y cultural. Nuevos participantes, nuevas empresas, se enfrentan a muy altas barreras de entrada de los mercados (asociado con el masivo incremento de inversión). El problema es que las normas de comercio internacional buscan regular hoy un comercio equitativo ; la dificultad es que el mercado no se ha consolidado aún, , hay un desequilibrio estructural importante.

Por supuesto, mientras que los monopolios son una preocupación establecida para los economistas, representan igual interés para los interesados en la cultura (en términos de acceso y diversidad cultural).

En segundo lugar, podemos remitirnos a las formas de organización. Hay un debate de larga duración sobre el poder de las corporaciones transnacionales (CT).

Aparte de ellas logrando – legítimamente – un oligopolio o monopolio en algunos mercados culturales, existe la posibilidad de llegar a la “transferencia de precios”: una transferencia interna dentro de la misma empresa que no necesita ser declarada como exportación (cuando cruza las fronteras). Esto presenta dificultades para las naciones por un ladoal tratar de recuperar parte de estos impuestos, así como cuando se presentan distorsiones de precios. Sin embargo, el comercio internacional ha pasado por una serie de transformaciones y la “Red

Global de Producción” (RMP) es un tema actual. La RMP es una red que vincula a los productores, consumidores e intermediarios; como una transnacional, pero abierta. Como todas las redes que contienen puntos de control estratégico- nodos individuales que puede utilizarse con eficacia para fijar precios arriba y abajo de la cadena de valor (y eso podría significar precios establecidos en diferentes países).

Esto es común en la producción de mercancías, pero podemos verlo también en el campo cultural. En tales casos incluso poseer los derechos no es suficiente para acceder a mercados o garantizar un precio “justo” para el comercio de esos derechos (regalías).

Tercero y por último, el gobierno. Como se señaló anteriormente las reglas de comercio equitativo pueden tener consecuencias injustas ya que naturalmente favorecen al que ya está sólidamente establecido y de tiempo atrás lo que puede conllevar consecuencias negativas tanto para el desarrollo como para la diversidad cultural. Un área que con razón ha atraído mucha atención es el derecho de autor y los derechos de propiedad intelectual, en general. Aquí, los organismos internacionales, las empresas y los gobiernos que han firmado convenios luchan para hacer cumplir la ley. Sin embargo, dichos derechos sólo pueden lograrse (para productos culturales) a un precio alto (costos legales). Por otra parte, las multinacionales con altos beneficios aseguran tener importantes recursos legales.

La única manera de reparar este desequilibrio es eliminar la barrera de entrada al sistema de derecho de autor: lo que significa una inversión masiva en un sistema local de derecho de autor que funcione eficientemente, junto con asesoramiento y educación tanto para productores de obras protegidas por el derecho de autor y como para usuarios.

La sostenibilidad económica y cultural, y el crecimiento, deben tener en cuenta la economía creativa, como un caso especial. El conjunto de herramientas de políticas generales de comercio y desarrollo, aplicado a este caso especial, puede no sólo, no lograr los fines propuestos, sino que podría exacerbar las desigualdades. Aunque, existan fuertes razones para desarrollar una serie de acciones que apoyen la economía creativa, siempre habrá un desafío de la situación internacional, no sólo referida a la competencia, sino a la estructuración desigual de un mercado cultural. Lamentablemente, a menos que estos problemas se resuelvan todos pierden, como quiera que la única acción para la diversidad cultural se deteriora tanto para la población de hoy, como para la del futuro.