menu

Planes de Lectura(s) y Bibliotecas, más allá de la palabra escrita

Autor
Anna Bröll
Fecha
23 enero, 2019

Etiquetas

Una definición tradicional de biblioteca se corresponde con la de “un edificio donde se conservan un conjunto de libros ordenados para su consulta o préstamo”. La misma etimología de la palabra biblioteca proviene de la unión de las palabras griegas biblion libro y théké caja, habitación.

Oodi Central Library Helsinki. MainEntrance

Aunque los profesionales que trabajamos en bibliotecas públicas sabemos que esa definición se queda muy corta para explicar realmente lo que es una biblioteca hoy en día, también es cierto que en el imaginario colectivo la palabra biblioteca sugiere un espacio con estanterías y libros.

Esos dos elementos, estanterías y libros, forman parte de lo que hemos convenido como una definición compartida de lo que entendemos por biblioteca. Y superar esta definición está significando un reto para todos los profesionales bibliotecarios. Tanto es así que os propongo un juego, mostrad la imagen de la entrada principal de la nueva biblioteca de Helsinki a diversas personas y les preguntáis que creen que están viendo.

Estoy segura de que van a ser muy pocas las personas que lo identifiquen con una biblioteca. Y si lo hacen seguro que son bibliotecarios o conocen la biblioteca ya sea porque la han visitado o han visto las imágenes por internet. Y eso por qué? Pues porque no se aprecian estanterías ni libros en ese espacio, y por lo tanto esta imagen no se corresponden con el concepto de biblioteca socialmente compartido.

La idea de la biblioteca vista solamente como edificio que alberga una colección de libros ha ido  perdiendo fuerza para dar paso a un nuevo concepto de la biblioteca que se constituye alrededor de un espacio relacional e interconectado, donde los individuos de una comunidad tienen acceso a todas las formas de conocimiento, donde pueden formarse, experimentar y aprender. Un lugar donde compartir experiencias en un entorno amable, confortable y accesible.

Esta idea de que las bibliotecas hoy son más que una colección de libros viene refrendada con la aparición de auditorios y salas donde realizar actividades culturales, espacios donde realizar talleres, aulas de formación, salas de exposiciones, cafeterías y restaurantes, cabinas musicales, zonas de coworking, espacios de juegos, makerspaces, bibliolabs y otros espacios donde el aprendizaje en el uso de las tecnologías es una apuesta de futuro.

En un contexto donde las bibliotecas han perdido su papel hegemónico en el acceso a la información, el modelo de biblioteca tiende a orientarse hacia el de un lugar de encuentro comunitario, donde las personas puedan encontrar espacios para compartir conocimiento, experimentar y aprender. Y donde el tener acceso a información fiable y seleccionada sea uno de los valores en los que se base la oferta de información que proporcionan las bibliotecas.

Con toda esta diversidad de espacios y servicios tiene sentido todavía elaborar Planes de lectura como eje central de las políticas de desarrollo de las bibliotecas públicas? O deberíamos ampliar nuestra visión sobre lo que la palabra lectura significa así cómo hemos ampliado nuestra visión de lo que la palabra biblioteca significa?

Diversidad de lectura(s)

Si la palabra biblioteca ya no basta para definir lo que son las bibliotecas hoy y lo que van a ser en el futuro, la palabra lectura en su definición convencional tampoco debería ser suficiente para describir en su totalidad lo que pasa en la biblioteca ni lo que va a pasar en el futuro. Si a esto le añadimos que además deberíamos ponernos de acuerdo en qué entendemos por lectura, es decir, si tomamos solo en consideración la lectura de libros, revistas y periódicos, sea cual sea su formato, o también incluimos la lectura en redes sociales, chats, blogs, podcasts o audio libros, por citar algunos ejemplos.

Si tenemos en cuenta todo esto, y debemos tenerlo en cuenta, el tema se complica y requiere de una reflexión amplia sobre los objetivos de los planes de lectura, de manera que conecten con los nuevos modelos de biblioteca y con las nuevas formas de lectura.

La mayoría de planes de lectura o programas de fomento lector que conocemos comparten los objetivos básicos de promover el fomento del hábito lector, conseguir incrementar el número de lectores y mejorar la comprensión lectora de los ciudadanos. La importancia del fomento de la lectura recae, según múltiples estudios, en el hecho que ofrece a las personas las  herramientas necesarias para adquirir un conjunto de habilidades de reflexión, análisis, esfuerzo o concentración que les serán útiles a lo largo de la vida y que contribuirán de manera directa en beneficio de la sociedad, contribuyendo de manera transversal a lograr sociedades más democráticas, más competitivas y más saludables.

La lectura de textos escritos no es el único medio que tienen las personas de obtener información y acceder al conocimiento. Internet ha hecho de la música y las imágenes en movimiento contenidos mucho más portátiles de lo que lo eran hace años. Esa ventaja que hasta hace unos años solo tenían los libros, hoy la tienen contenidos sonoros y audiovisuales y están haciendo la competencia a la palabra escrita como contenidos alternativos de acceso a la información.

La clave de un plan de lectura que quiera conectar con los nuevos modelos de bibliotecas y con las nuevas formas de lectura debería centrarse en la adquisición de competencias lectoras, en un sentido amplio. Donde las competencias digitales tengan un papel relevante y donde la palabra lectura se entienda como la capacidad de descifrar o interpretar cualquier tipo de signo, código o lenguaje, y por lo tanto más allá de la escritura. Incorporando capacitación relacionada con la interpretación sonora y visual. Y teniendo muy presente la capacitación digital.

Así pues debemos revisar los objetivos de nuestros planes de lectura, incorporando programas de capacitación en un sentido amplio,  debemos revisar también los indicadores de evaluación de resultados incluyendo indicadores cualitativos y no solamente utilizar indicadores basados en el incremento del consumo/lectura de libros, porque ya hace tiempo que está demostrado que ese no es el objetivo a alcanzar.

Los planes de lectura deberán tener en cuenta el fenómeno de fragmentación que la lectura digital está provocando en nuestra manera de leer, poner en valor la necesidad de dedicar un tiempo mayor a la lectura pausada y concentrada, pero sin dejar de tener en cuenta las múltiples formas de lectura que los medios digitales ponen a nuestro alcance.